miércoles, 31 de octubre de 2012

Conmigo siempre todo es una sorpresa. Yo me atrapo diciendo que me gustan cosas que jamás probé, o que nunca se me hubiera ocurrido probar. Me encuentro haciendo cosas que nunca se me hubieran cruzado por la cabeza. Me miento, me engaño y creo mis personajes.

Juego con mis papeles: me analizo con un psicólogo que siento más como un amigo, veo películas incansablemente, me siento sola en el cine. Juego a sentirme alegre con mis primos, a tener dolor de panza de tanto reírme, a sentirme diva, gorda, triste, miserable, usada, enérgica. A sentirme útil escribiendo, a sentirme inútil cuando me releo, a reírme cuando me decís que te gusta que llore, a maldecirme porque sé que estás enfermo, a odiarme porque me encanta que lo estés. A amarte cuando no te soporto, a odiarte cuando te pareces a mí, a amarme cuando me parezco a vos, a que me cueste respirar cuando te escucho. Me voy. A eso: a sentir. ¿Quién soy? soy yo. ¿Cómo soy? Verás ¡soy tantas cosas!.
Soy útil, fiel, inútil, inteligente, alegre, obsesiva, virgen, hermana, hija, prima, novia, amante, amiga, compañera, confidente, traidora y leal entre otras cosas. Ese es mi modo operativo, así soy: absurda. Me entiendo en mi desorden, en mi incoherencia. Soy todo, depende del día.
Cielo Latini

lunes, 29 de octubre de 2012

Hablo de poder expresarme en un arte que fuera como un aullido en lo oscuro, terriblemente breve e intenso como la muerte.

Yo sólo sería feliz en un mundo de esfinges. Sin palabras. Sólo la música, el vino, y los ojos más intensos del universo contemplándome.

Ya está. Me estoy volviendo loca. Ahora lo sé. Tengo miedo. Cerebro paralizado. Mejor dicho: no hay cerebro, no hay pensamiento. Mi cabeza está hueca. Y ahora sé que hace muchos años que estoy loca. Pero antes me engañaban las imágenes, la fantasía. Ahora se han ido. Ni conciencia ni inconsciencia. Ni mundo externo ni interno. Vacío absoluto. Soy una poeta cibernética. Una máquina de hacer poemas. Pero pronto fallará: nada la alimenta. Nadie la cuida.

Que este año me sea dado vivir en mí y no fantasear ni ser otras, que me sea dado ponerme buena y no buscar lo imposible sino la magia y extrañeza de este mundo que habito. Que me sean dados los deseos de vivir y conocer el mundo. Que me sea dado el interesarme por este mundo.

Yo sé que la angustia suele engendrar poemas. Pero yo tengo miedo de volverme loca. Miedo y deseos.

Un rostro. Un rostro que no recuerdo, ya no está en mi memoria. Ahora es el combate con la sombra, con las nubes difusas y confusas. Le he dado todo. Lo hice y lo puse en mí. Le di lo que los años me quitaron, lo que no tengo, lo que no tuve. Ahora falta mi vida, falto a mi vida, me fui con ese rostro que no encuentro, que no recuerdo. No podrá conmigo ese rostro. Es tarde para andar otra vez invadida por una presencia muda. Ya no más los amores místicos, un rostro clavado en el centro de mí. Pero sé que mi vida sólo tiene sentido cuando amo como ahora no quiero amar, cuando intento un rostro y un nombre, que colorean mi silencio, que me permiten seguir buscando y no encontrando, que me permiten lo que de otra manera es hastío, tiempo en que nada pasa.
Alejandra Pizarnik

Despierto alegre. Tal vez a causa de ello, imposibilidad de escribir un poema.

Anoche, mientras hablaba con las sombras, comprendí algo de lo que me pasa —había alguien en mí científicamente lúcida— .

Pensé en esa persona de la que no quiero enamorarme. Y las ganas de llorar subieron porque supe, más que siempre, que esa persona puede salvarme, si tan sólo me amase. Lo cual es imposible porque si me ama desaparece su imposibilidad y mi amor, por consiguiente.

Cuatro años en los que me imaginé y me soñé, en que me vivía como otra.

Esto que acabo de escribir lo recordó la pluma, no yo.

No se que pasa. Puedo estar derritiendome y no tener el menor indicio de ello. Suena loco, lo sé. Pero al escribirlo me tranquiliza un poco, porque entonces puede que no este lúcida, y me este inventando cosas. No ha sido la primera vez, ¿recuerdas esas veces que te llamaba envuelta en lagrimas porque creía que te habías ido? Los dos sabemos que no era así, pero por esos momentos, estaba segura de que esa era mi realidad; Así que me preocupo por instantes, me miro en el espejo y alcanzo a notar indicios de esta sobriedad que me mata por momentos. Y me pregunto si te encuentras a mi lado, o si son solo espejismos que provocan este miedo a la soledad que no cesa ni me ha dejado libre.
Por minutos te encuentras aquí, pero por otros no me encuentro yo.
Dibi
Tengo la admirable (¿despreciable?) capacidad de borrar lo malo y recordar los momentos gratos. Así, aún después de escribir atrocidades acerca de él, puedo llamarlo por teléfono y hablar como si nada, con voz de enamorada y suspiros cariñosos. Sí, es lamentable. Por eso me costó tanto despegarme de él, por eso escribo: no quiero olvidar.
Quizás hasta tenga memoria selectiva: archivo solamente los documentos, pensamientos, fotografías, escritos y demás, que me hagan recordar los buenos tiempos.
En alguna de mis peores épocas llegué a inventar conversaciones para no sentirme sola.
Mi imaginación siempre fue más fuerte que mi racionalidad cuando se trata del “amor” o lo que sea que esto es. Así, puedo pelearme con él sin que se entere, o amarlo cuando en realidad tendría que repudiarlo. No sería raro tampoco pelear con él y no recordar porqué. Ya dije: no puedo acordarme de las cosas malas, esas razones se disuelven en mi cabeza, no las encuentro; se arrinconan empolvadas en algún lugar de mi cerebro.
Cielo Latini
Le contesté que tenía razón, que hiciera lo posible por salir de nosotros, de nuestra órbita, que me gustaba mucho oírla gritar esa inconformidad, que me parecía estar escuchando un grito mío, de hace muchos años. Entonces sonrió, dijo que yo era muy bueno y me echo los brazos al cuello, como antes.  
Mario Benedetti
Cuando las pruebas son solo escritas duele.
Me duele pensar que ya no voy a conocerlo. Me consuela pensar que existe en mi cabeza, que ahí va a vivir por siempre perfecto. Cuento esta historia con las pocas fuerzas que me quedan, cuento con lo poco que me queda de mi memoria.
¿Que pasa cuando conoces a alguien pero sabes que crees todo de el? Cuando en algún lugar de tu cabeza sabes que estas conectada con esa persona.
Me estaba enamorando y era una de esas veces que el amor duele. Pensaba todo el día en el: ¿que estará haciendo? ¿donde estará? ¿con quien estará hablando? Incluso visitaba los lugares en donde sabia que había estado. Tenia ganas de frecuentar su mundo.
De todas maneras, ¿de que se enamora alguien cuando se enamora? ¿te enamoras de la persona o de la imagen que te hiciste en la cabeza de esa persona? ¿te enamoras de lo que sos cuando estas con ella? ¿te enamoras de lo que sentís? Te enamoras como un idiota aunque sabes que va a terminar mal.
Dicen los que saben que no hay que confiar en nadie, ni en uno mismo. Hoy tuve el primer indicio de que no puedo confiar en mi. Y sobre todo porque yo confío en vos.
Entonces yo no soy una persona en quien confiar. ¿Es normal no confiar en uno mismo? ¿y sino que es normal?
¿Es normal amarte tanto y sin explicaciones? Con esta tristeza profunda que no termina. Eterna, siempre viva. Una melancolía inmortal hasta en los momentos de jubilo. Tristeza que no me abandona, que me ahorca, que me ahoga y todavía no me mata.
Quererte tanto hasta volverme loca, perder mi identidad para cumplir tus deseos. Llenarme de pedidos tuyos, guardar las paginas de nuestros chats, que nos dijimos, que hicimos, que me puse para encontrarme con vos. 
Rogando que vuelva la tristeza: quiero por lo menos sentir algo. Y algo incluye dolor. Peor que sentirse mal es no sentirse.
Y ya no siento.
Yo que se si estoy desperdiciando mi única oportunidad de ser verdaderamente feliz. ¿Yo que se?
Todos los días pienso en no llamarte, no escribirte, en no saber nada de vos… y todos los días termino pensando en vos. O pensando en no pensar en vos, pero de una u otra forma estas siempre en mi cabeza.
Y yo que se que es lo mejor para mi, ¿vos sabes? 
Como si hubieran sacado numero, después de la bronca vino la tristeza que amenazaba con no terminar jamás, como la mala racha de exámenes o la mala suerte en el amor. Sentí un dolor que no puedo explicar, que fue como quedarme sin aire, como si quisiera respirar pero tuviera los pulmones bloqueados. Como si mi cuerpo se negara a recibir aire, como si quisiera morirse.
Cielo Latini

En mis desesperados intentos por mantenerme a su lado, yo avanzaba hacia un horizonte que retrocedía a cada instante. Porque lo que buscábamos ha seguido creciendo y ya nunca más será lo que era, excepto en el recuerdo.

Si te digo que no sé escribir, es porque ya no sé escribirte sin quererte un poco en cada letra, aunque ya solo me guste la palabra libertad cuando la escribo en tus ojos. Ese poema viene en letras y mente de mujer, el libro que sólo los valientes ansían leer, el único libro que no termina de escribirse jamás y que vale la vida no perderse una sola de sus páginas.

Mo.
Y esa parte de ti que entre números se había escondido, ayer y hoy luce tan brillante, luce en mi boca y lleva la forma de una sonrisa.
Le pediría a Dios que todos los días, en las noches, por costumbre, lloviese... ¡Sí! Podría ser de las diez hasta la una, podría ser el tiempo en que con cada palabra hecha voz... tuya y mía, nos sintiésemos y entendiéramos que aunque quizá, al otro día haya un sin fin de quehaceres, en esos cinco minutos, soy tan tuyo sin estar a tu lado y eres tan mía que no se siente la distancia.
Es entonces que te escribo, porque soñarte y escribirte son las únicas forma de amanecer a tu lado, porque a ti, es mejor escribirte que borrarte, porque hace parte de tu esencia y la mía; nuestra esencia.

Mo
Vuelvo a ser yo, entre letras, sueños perdidos, noches que se extienden a medida que el aroma a café se va regando por la habitación, mientras mis labios se hacen una curva en mi rostro, una de esas que me dibujas a las 11:00 pm al teléfono, que te dibujan mis cinco minutos, cada cero a la derecha de mi beso.
Vuelvo a ser yo entre sabanas sobre mi cabeza a la media noche, con medias largas, sin luces, sin estrellas, sin ganas de clase en la mañana, con un buen libro sin leer por mis -ganas de olvidar quien soy- múltiples ocupaciones del día a día. Vuelvo a ser la chica que sonríe recordando, imaginando, leyendo el mismo mensaje una, tres y hasta cuatro veces. Vuelvo a pensar en que los mejores mundos, los mejores sueños, las mejores historias, las he de vivir en las noches, con la luna y la ventana abierta. Vuelvo a sentir las ganas de tomar el teléfono y marcarle sin importar la hora, sin importar que duerma. Vuelvo a desear la madrugada para gastarla en tinta, para señalarte el camino. Sí, el camino. Le dejo mis letras regadas, para que las arme, para que me arme. Le dejo lo que conoce y no conoce. Me dejo en este escrito, en estas frases. Me dejo para esa persona que me amó siendo poema en un principio. Me dejo para ella, me dejo para él. Me dejo para mi misma cuando sienta esas ganas absurdas pero apenas necesarias de venir a buscarme cuando me haya perdido -otra vez-.

Lf

domingo, 28 de octubre de 2012

Seguid, seguid por allí. Óyeme, te llamo. Mi voz ruge por ti; escuchad.
Si no habrás de llegar pronto, saldré hacia ti, porque te siento tan cerca que lejos no te quiero.
No habrá golpes, mis miedos son inofensivos, solo me acechan y me derrotan a mí tan fácilmente. Pero son tan cobardes para agredirle a quien yo defendería a muerte.. no se atreverán, más les valdrá.
Estaré contigo, no habrá miedo; estarás conmigo, no habrá miedo.
Solo quizá esa fuerza diferente te traiga hasta aquí.
Fc

Y yo aquí, queriendo que la vida pase, que el viento sople y me levante en vilo, que me arrastre lejos, que me estrelle contra montañas y muros invisibles, que me recueste en las nubes, que me deje caer y me levante de nuevo, que me deposite otra vez en la arena... en otra arena... en la misma pero diferente...

Háblame de ti, abrázame y cuéntame la vida en que soñaste junto a mí, háblame de lo que no fue, de quien no vendrá. Háblame de lo que olvido cada día, de eso que prometí nunca olvidar.

¿Acaso sabes lo que es morir de amor?, ¿acaso es eso posible?... Si fuera cierto seríamos dos fantasmas charlando de noche, dos extraños que seducen a la luna y coquetean con el nuevo día, dos almas que saben se pertenecen de extraña manera... más allá del fin, incluso, para siempre, eternamente.

Me gusta la noche, porque a la distancia puedo escuchar tus latidos, esos que suavemente susurran mi nombre, y al cerrar mis ojos es tu fantasma el que llega a verme, se postra ante mi cama y dulcemente devora mi cuello, llevándose hasta la última gota de sangre, dejándome ahí inerte bajo la luz de la luna, filtrada por aquella ventana donde sentada te esperaba.

Me niego a dejar que descifres pronto cada parte de mi, no por miedo a que huyas con algún detalle, sino por la angustia de estar al descubierto de tal manera: no seré persona de pocas palabras, de hecho podrías conocerme sin mayor esfuerzo, pero la sensación de que puedes siquiera sujetarte de una insignificante verdad sobre mi, me lleva a cuestionarme si podría llegar a enfrentar mis realidades que muchas veces olvido...
Tm

Estoy enamorada de tu mente. De la manera en que juegas con la mía. De cómo me descubres. De cómo sabes que me desarmo fácilmente. De cómo me intentas volver a armar.

A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, los que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición humana.

Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días sonámbula y transparente.

Creo que vos te resignaste a ser opaco, y eso me parece horrible, porque yo sé que no sos opaco. Por los menos no lo eras…


¿Alguien más se perdió intentando encontrarse?

Me da miedo atroz pensar en que se está debilitando mi interés por todo. No resisto esta soledad, busco compañía y no resisto la compañía.

Tengo que dejar el psicoanálisis. Tengo que reconocer, de una vez por todas, que en mí no hay qué curar. Y que mi angustia, y mi delirio, no tienen relación con esta terapéutica, sino con algo más profundo y más universal. Mi terror a la soledad.

Nunca sabré de ti, y eso lo supe desde el primer encuentro. Esta certeza tiene tanta fuerza que es como si tuviera noticias tuyas a cada momento.

Un abismo de silencio nos separa
Yo estoy de un lado del abismo -tú del otro-
No puedo verte ni oírte -pero sé que estás allí-
Suelo llamarte por tu nombre infantil
Y finjo que el eco de mi grito es tu voz.
Cómo podemos franquear el abismo -nunca hablándonos, tocándonos-
Antes pensaba que podríamos llenarlo con nuestras lágrimas,
Ahora quiero destrozarlo con nuestra risa.
El abismo, Katherine Mansfield

Lluvia, hoy no eres nada para mi desaliento nocturno y abismal.

sábado, 27 de octubre de 2012

Amo el que me dejes jugar con tus cabellos. Amo esa camisa blanca, amo tu sonrisa. Amo el hecho de que justo a hora, sea tu cita.

Tráeme de nuevo al mar. Pídeme sentarme en esa silla, junto a ti y hazme cerrar los ojos, imaginar las olas, imaginar la arena en mis pies. Tráeme de nuevo al mar, y después de haber soñado todo, hasta nuestra vejez en esa playa, pide mi caramelo favorito en esa tienda, puede ser el rojo o el rosado, tómame de la mano y caminemos, de vuelta a casa, de vuelta a los números y a la vida que tenemos a kilómetros de ese mar en el cual nos vimos por un momento. Lf

El aroma de estas calles suele hacerme una invitación a perderme en tus recuerdos.

viernes, 26 de octubre de 2012

Perdóname que esté escribiéndote de nuevo, quisiera darte un respiro, pero tengo tanta necesidad de ti que si no toleras estos monólogos voy a morir de angustia.

Manía mía de pedir que venga con la misma palabra con que pido que se vaya.

Puede que tengas motivos para no contestarme, de lo contrario no me torturarías y te torturarías también a ti misma. Pero ni un solo de esos motivos puede tenerse en pie hasta al final, son ilusiones, son fantasmas. Déjame ver de cerca tus fantasmas.

Soy las ganas de romperse y de decir algo.

Soy, naturalmente, lo único que nos queda.

Y no me digan que he olvidado, que por eso estoy solo, porque no me recuerdo.

Caminar me da ideas. Cuando toco el fondo, me recupero, pero el fondo merece ser explorado. Por la mañana tengo que levantarme, porque, si no, caigo muy rápido en la crisis del monólogo interior. Quiero darle una oportunidad al nuevo día. Por la noche, antes de dormirme, me imagino distinto de lo que soy, desde ese día en que París es una mujer que me dejó.

Me hubiese gustado pasar esa noche con vos.

Cuánto más bonito sería si entre mis manos tuviera la suya, en lugar de esta carta.

Maldigo al viento por ir tan despacio, a los desconocidos por querer acercarse y a los amigos por no estar tan cerca. Me maldigo por maldito, me maldigo por alta traición al futuro, me maldigo por derrumbar el destino de otros, por arrancarle la sonrisa a otros. Me maldigo por cobarde. Maldigo a la vida por los callejones falsos, maldigo los errores, maldigo al tiempo por no regresar nunca. Maldigo la incomodidad inmensa de la vida. Me maldigo, me maldigo por maldecir en busca de salidas, me maldigo por no aceptar la culpa que me pertenece. Maldigo mucho, muchísimo.

Se mueren de amor los ramos.

Nunca pero contigo, aunque la vida sea la luz de ese mañana que nunca viviremos, un tren que no esperabas y ha llegado, una hora que empieza siendo alondra y acaba siendo espejo.

Los otros que invento son confidencias sobre aquello que desgraciadamente no me ocurre.

Y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.


Caminé por la Avenida Blanchot y desde ese día supe que Amarilla estaba hecha de mucha oscuridad, pero al mismo tiempo de mucha luz, como si se hubiera revolcado durante miles de años en la espuma del mar, en las estrellas, en la arena, en las sombras y de pronto se me hubiera aparecido así, casi perfecta, casi diosa, casi animal.
Rafael Chaparro Madiedo.

Y aveces son las palabras lo único que hace falta para dejar ir un corazón, que pelea contra el mismo porque es débil no teniéndote cerca; así que lucha cada día, cada hora, cada noche, y olvida todas esas canciones que en algún momento le hicieron ser feliz, y duerme, porque sabe que le ha tocado rendirse, que la anestesia le llego tarde y no fue suficiente para ser libre de una vez. Pero entonces se da cuenta, porque ha sucedido, y entiende que su prematura solución fue haber escrito, haber sido leído y aun mas importante, haber sido entendido. Y aunque le cueste recordar como sonreír, sabe que solo es cuestión de seguir caminando hacia ello.
Dibi

Unas veces me siento como un acantilado y en otras como un cielo azul pero lejano.

Te dejo con tu vida, tu trabajo, tu gente, con tus puestas de sol y tus amaneceres…

Te dejo sin mis dudas pobres y malheridas, sin mis inmadureces, sin mi veteranía...

Hay días en que siento una desgana de mí, de ti, de todo lo que insiste en creerse y me hallo solidariamente cretino apto para que en mí vacilen los rencores y nada me parezca un aceptable augurio...

Si uno se da cuenta de las cosas y no hace algo al respecto, la naturaleza se encarga de confabular con todos sus reinos para acelerar el proceso y rehacer el equilibrio que hemos roto con nuestros caprichos. Yo lo veía venir, sabía que aquello iba a terminar, que me iba a dejar, que los bichitos colorados comerían todo, que teníamos que irnos, cada uno para su lado, terminar con el verano, terminar con las vacaciones, terminar con la relación, terminar con todo como si tuvieramos siete vidas, cualquiera en mi lugar se hubiera dado cuenta. Siempre es así, uno se da cuenta de las cosas pero no sabe cómo arreglarlas, deshacerlas.

Pienso disparates. Pienso que no hay algo peor que sentir esto. Que después me encierren en un manicomio y me muera entre bipolares que se recuperan en dos semanas, se ríen de sí mismos y salen al mundo radiantes, confiados, como si nada hubiera sucedido. Hay gente que es así, no se da cuenta de que ya vendrán tiempos mejores.

Tal vez esté loca, solo tal vez.

¡No te quería dejar! y sabía que entre más me acariciabas los cabellos, más se acercaba el momento. Esa era tu forma de obsequiarme por decirlo de alguna manera "seguridad" cuando sabía que te debías marchar.

Tu dirigías la mirada al cielo y la mía ya no tenía dirección. Supongo que la perdí en uno de esos tantos momentos en los cuales esperé por tu regreso, sentada, en el mismo lugar donde solías encontrarme, donde solías poner ante mi una excusa -barata- nueva del por que habías tardado tanto. Sin embargo, no te podía soltar, había esperado mucho tiempo como para perder siquiera un segundo. 
Podía sentir tu respiración , incluso, podía sentir lo que pensabas, lo que tú mismo estabas sintiendo. Querías hacer de cuenta que todo estaba bien, y lo estaba, de cierta forma. Y lo estaría hasta que tuvieses de nuevo que partir, porque sabía que te irías aunque te pidiese lo contrario. 

Seguías jugando con tus dedos, enredándolos en mi cabello. Y cada nuevo recorrido por mi cabeza, era una despedida muy de ti... silenciosa, devastadora e inconclusa.

Lf

martes, 23 de octubre de 2012

Escúchame, yo no sé por dónde andarás ahora, pero cómo me gustaría que leyeras esto, porque hay cosas, palabras, que uno lleva mordidas adentro y las lleva toda la vida, hasta que una noche siente que debe escribirlas, decírselas a alguien, porque si no las dice van a seguir ahí, doliendo, clavadas para siempre en la vergüenza. Escúchame.
Abelardo Castillo
Yo te quise de verdad. Oscura e inexplicablemente, como quieren los que todavía están limpios. Eras un poco menor que nosotros y me gustaba ayudarte. A la salida del colegio íbamos a tu casa y yo te explicaba las cosas que no comprendías. Hablábamos. Entonces era fácil escuchar, contarte todo lo que a los otros se les calla. A veces me mirabas con una especie de perplejidad, una mirada rara, la misma mirada, acaso, con la que yo no me atrevía a mirarte.
Abelardo Castillo
No va a venir. Son mentiras lo de la enfermedad y que va a tardar unos meses; eso me lo dijo tía, pero yo sé que no va a venir. A vos te lo puedo decir porque vos entendés las cosas. Siempre entendiste las cosas. Al principio me parecía que eras como un tren o como los patines, un juguete, digo, y a lo mejor ni siquiera tan bueno como los patines, que un conejo de trapo al final es parecido a las muñecas, que son para las chicas. Pero vos no. Vos sos el mejor conejo del mundo, y mucho mejor que los patines. Y las muñecas tienen esos cachetes colorados, redondos. Caras de bobas, eso es lo que tienen.
A mí no me importa si no está. Qué me importa a mí. Y no me vine a este rincón porque estoy triste, me vine porque ellos andan atrás de uno, querés esto y qué querés nene y puro acariciar, como cuando te enfermas y andan tocándote la frente, que parece que los tíos y los demás están para cuando uno se enferma y entonces todo el mundo te quiere. Por eso me vine, y por el estúpido del Julio, el anteojudo ese, que porque tiene once años y usa anteojos se cree muy vivo, y es un pavo que no ve de acá a la puerta y encima siempre anda pegando. Se ríe porque juego con vos, míren lo, dice, miren al nenito jugando al arrorró. Qué sabe él. Los gran des también pegan. Las madres, sobre todo. Claro que a todos los chicos les pegan y eso no quiere decir nada, pero igual, por qué tienen que andar pegando siempre. Vos, por ahí, vas lo más tranquilo y les decís mira lo que hice, creyendo que está bien, y paf, un cachetazo. Ni te explican ni nada. Y otras veces puro mimo, como ahora, o como cuando te hacen un regalo porque les conviene, aunque no sea Reyes o el cumpleaños.
Yo me acuerdo cuando ella te trajo. Al principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos, porque entendés las cosas. Y cómo te trajo también me acuerdo, toma, me dijo, lo compré en Olavarría. El primo Juan Carlos que vive en Olavarría a mí nunca me gustó mucho: los bigotes esos que tiene, y además no es un primo como el Julio, por ejemplo, que apenas es más grande que yo. Es de esos primos de los padres de uno, que uno nunca sabe si son tíos o qué. Era una caja grande, y yo pensaba que sería un regalo extraordinario, algo con motor, como el avión del rusito o una cosa así. Pero era liviano y cuando lo desaté estabas vos aden tro, entre los papeles. A mí no me gustaba un conejo. Y ella me dijo por qué me quedaba así, como el bobo que era, y yo le dije esto no me gusta para nada a mí, mira la cabeza que tiene. Entonces dijo desagradecido igual que tu padre. Después, cuando papá vino del trabajo, todavía seguía enojada y eso que había estado un mes en Olavarría, lejos de papá, y que papá siempre me dice escribile a tu madre que la extrañamos mucho y que venga pronto, pero es él el que más la extraña, me parece. Y esa noche se pelearon. Siempre se pelean, bueno: papá no, él no dice nada y se viene conmigo a la puerta o a la placita Martín Fierro que papá me dijo que era un gaucho. A papá tampoco le gustó nunca el primo Juan Carlos. Y yo no te llevo a la placita, pero porque tengo miedo que los chicos se rían. Ellos qué saben cómo sos vos. No tienen la culpa, claro, hay que conocerte. Yo, al principio, también me creía que eras un ju guete como los caballos de madera, o los perros, que no son los mejores juguetes. Pero después no, después me di cuenta que eras como Pinocho, el que contó mamá. Ella contaba cuentos, a la ma ñana sobre todo, que es cuando nunca está enojada. Y al final vos y yo terminamos amigos, mejor que con los amigos de verdad, los chicos del barrio digo, que si uno no sabe jugar a la pelota en se guida te andan gritando patadura, anda al arco querés, y malas pa labras y hasta delante de las chicas te gritan, que es lo peor. Una vez me dijeron por qué no traes a tu hermanito para que atajen jun tos, y se reían. Por vos me lo dijeron, por los dientes míos que se parecen a los tuyos. Me parece que te trajeron a propósito a vos, por los dientes.
Ellos vinieron todos, como cuando la pulmonía. Y puro ha cer caricias ahora, se piensan que uno es un nenito o un zonzo. O a lo mejor saben que sé, igual que con los Reyes y todo eso, que todo el mundo pone cara de no saber y es como un juego. Y aunque el Julio no me hubiera dicho nada era lo mismo, pero el Julio, la ba sura esa, para qué tenía que venir a decirme. Era preferible que insultara o anduviera buscando camorra como siempre y no que vi niera a decir esa porquería. Si yo ya me había dado cuenta lo mismo. Papá está así, que parece borracho, y dice hacerme esto a mí. Y ellos le piden que se calme, que yo lo estoy mirando. Entonces me vine, para hablar con vos que lo entendés a uno y sos casi mucho mejor que el tren y ni por un avión como el del rusito te cambiaba, que si llegan a imaginar que yo te iba a querer tanto no te traen de rega lo, no. Y nadie va a llorar como una nena porque ella está enferma y no puede volver por un tiempo. Y si son mentiras mejor. Oscarcito tampoco lloraba. Ese día también había venido mucha gente, pero era distinto. En la sala grande había un cajón de muerto para la mamá de Oscarcito. Estaba blanca. Oscarcito parecía no entender nada, nos miraba a todos los chicos, pero no lloró, le decían que la mamá de él estaba en el cielo. Y esto es distinto. Mi mamá no está en el cielo, en Olavarría está. El Julio, la basura esa de porquería me lo dijo, pero a lo mejor se fue enferma a algún otro lado y por qué no puede ser. Todos lo dicen. Todos menos el primo Juan Carlos, que tampoco está. Y mejor si no está, que a mí no me gustó nunca por más que ella dijera tenes que quererlo mucho, y una vez que yo fui a Olavarría no los dejaba que se quedaran solos. Anda a jugar al patio, siempre querían que me fuera a jugar al patio: ella también. Y después puro regalar conejos, sí. Se creen que uno no se da cuen ta, como ahora, que si estuviera enferma no sé para qué lo andan aconsejando a papá y él me mira, y se queda mirándome y me dice hijo, hijo. Y a veces me dan ganas de contestarle alguna cosa, pero no me sale nada, porque es como un nudo. Por eso me vine. Y no para llorar tranquilo sin que me vean. Me vine porque sí, para ha blar con vos que lo entendés a uno, y sos el mejor conejo de todos, el mejor del mundo con esas orejas largas, y dos dientes para afuera, como yo cuando me río.
Me parece que no me voy a reír nunca más en la vida yo. Eso es lo que me parece.
Y al final a nadie se le importa un pito de los dientes, por que yo te quiero lo mismo y te quiero porque sí, porque se me an toja. No porque ella te trajo y mejor si no va a volver. Ojalá se muera. Y lo que estoy viendo es que esa cabeza, que tenes no es na da linda, no, y si quiero vamos a ver si no te tiro a la basura, que al final de cuentas nunca me gustaste para nada vos. Y lo que vas a ga nar es que te voy a romper todo, los dientes, y las orejas, y esos ojos de vidrio colorado como los estúpidos, así, sin que me dé ninguna gana de llorar ni nada, por más que te arranque el brazo y te escu pa todo, y vos te crees que estoy llorando, pero no lloro, aunque te patee por el suelo, así, aunque se te salga todo el aserrín por la ba rriga y te quede la cabeza colgando, que para eso tengo el tren y los patines y…
Abelardo Castillo
Llevo un diario desde los 18 años, es un testigo cabal de ciertos momentos de mi vida. Como nadie puede alejarse de la idea de que puede ser leído, siempre se oculta y se cifran muchas cosas. Lo que te ocurre es que no escribís todos los días, sino justamente cuando te pasa algo. Uno necesita de esa catarsis  por eso los diarios suelen ser tan dolorosos y patéticos. Porque cuando uno está contento no va escribirlo. Por eso los diarios dan la impresión de ser testigos permanentes de un dolor que no es verdadero. 
Abelardo Castillo
La sirenita viene a visitarme de vez en cuando. Me cuenta historias que cree inventar, sin saber que son recuerdos. Sé que es una sirena, aunque camina sobre dos piernas. Lo sé porque dentro de sus ojos hay un camino de dunas que conduce al mar. Ella no sabe que es una sirena, cosa que me divierte bastante. Cuando ella habla yo simulo escucharla con atención pero, al mínimo descuido, me voy por el camino de las dunas, entro al agua y llego a un pueblo sumergido donde hay una casa, donde también está ella, sólo que con escamada cola de oro y una diadema de pequeñas flores marinas en el pelo. Sé que mucha gente se ha preguntado cuál es la edad real de las sirenas, si es lícito llamarlas monstruos, en qué lugar de su cuerpo termina la mujer y empieza el pez, cómo es eso de la cola. Sólo diré que las cosas no son exactamente como cuenta la tradición y que mis encuentros con la sirena, allá en el mar, no son del todo inocentes. La de acá, naturalmente, ignora todo esto. Me trata con respeto, como corresponde hacerlo con los escritores de cierta edad. Me pide consejos, libros, cuenta historias de balandras y prepara licuados de zanahoria y jugo de tomate. La otra está un poco más cerca del animal. Grita cuando hace el amor. Come pequeños pulpos, anémonas de mar y pececitos crudos. No le importa en absoluto la literatura. Las dos, en el fondo, sospechan que en ellas hay algo raro. No sé si debo decirles cómo son las cosas.
Abelardo Castillo.
Nadie está a salvo. Me enamoré. Es así de simple. Las estrellas están de sobra. Si hasta yo, que nací en el país de los que siempre llegan tarde, estoy enamorado, quiere decir que le puede pasar a todo el mundo. No escucho campanas ni me da por besar a la portera. No salto, no bailo, no canto, ni hablo solo, pero en algún rincón de mi cerebro están festejando con una banda y con fuegos artificiales. Estoy enamorado. Es más que un ácido. Demasiado. Es una felicidad que se pasa de rosca y te hace llorar. Es apenas soportable.
José Sbarra

Has entendido que nunca te encontrarás. Lo que ahora no sabes es cómo perder el deseo de buscarte.

Otoño. Que sea otoño. Que sea otoño y que llueva. Mucho. Que haya leños ardiendo en un brasero. Y un gato. Que haya un gato y que sea negro y que mire de amarillo y que se enrosque y que nos enseñe un poco a vivir. Pero por sobre todas las cosas que sea otoño. Que le falte un vidrio a la ventana. Que entren por ese hueco la lluvia y el frío. Que tengas ganas de besarme. Muchas ganas. Que un hombre te espere en otra parte. Que sea otra vez otoño. Otoño y que llueva. Y que no vayas. Que te quedes conmigo. Que sea otoño otra vez y que te quedes.
José Sbarra
Es la primera vez que lee un libro desde el comienzo hasta el final. Es la primera vez que descubre que alguien que no lo conoce y a quien nunca vio, sabe exactamente lo que le pasa y lo que piensa. Aprieta el libro. Llora. O casi. Acaba de comprender que no está solo en el universo. Hay alguien que lo entiende y se lo ha contado por medio de un libro. Vuelve a la primera página, a la primera frase. Se repite a sí mismo el nombre del autor.
José Sbarra
Está sola. Trata de entender que se encuentra en un período natural de adaptación. Es lógico que le cueste retomar el ritmo anterior a la llegada del hombre que se ha marchado.
Es una mujer inteligente, pero algo se desgarra dentro de su cuerpo. Se pregunta para qué y por qué y si fue verdad lo vivido junto al hombre que ya no está.
Como si la existencia fuese una pugna de equivocaciones y aciertos se interroga por los errores cometidos.
Ama la música, pero la ha olvidado. La casa está en silencio. Sólo la claridad empecinada hace un metálico sonido.
El cuerpo se ha sentado en la cama. Los restos de un batallado maquillaje dibujan luces y sombras en su cara. Va al baño. Pasa sin interés delante de un espejo.
El cuerpo ha recuperado los movimientos mecánicos para ejecutar los miserables actos cotidianos. Pero su mente continúa obsesiva en la tarea de sufrir. De no querer dejar de sufrir para que algo de alguien no desaparezca del todo.
José Sbarra.

Así estamos, cada uno en su orilla, sin odiarnos, sin amarnos, ajenos.

En este momento para mi, eres un libro abierto, quiero leerte, quiero saber de ti; Y para entenderte y no distraerme tengo que convertirme en uno de los personajes de ese libro... Entonces no se si ese libro me lleve por bosques, castillos, pesadillas... O probablemente me de ganas de leerlo una y mil veces mas.. Podría ser mi libro favorito.
Tm

De vez en cuando salgo a la calle para renovar la necesidad de estar solo.

Y es bueno y no. Siento que falta silencio. Yo era silenciosa. Y ahora me comunico, incluso sin hablar.

Ya no recuerdo como fue. Cuando uno es chico, encuentra cualquier motivo para querer a la gente.

miércoles, 17 de octubre de 2012

No lleves tu corazón bajo la lluvia, que se moja.

Otro día donde no se dice lo que se siente, y parece ser que las palabras no son suficientes para aliviar un corazón. No hay mas remedio que esperar la dulce lucidez mientras se escribe, porque es mas seguro que ir vagando por los espacios de una oscura y fría distancia.
Dibi

He visto hundirse tantas cosas que me habían parecido eternas.

Esta noche, como nunca, estoy sola. Puedo sentir cómo se me caen las manos. No cuento con nadie. Y nadie cuenta conmigo. Soy lo más parecido a un insecto que vive entre las manos de una aurora. Sé que lo que ahora escribo no tiene ninguna posibilidad de ser un poema. He ahí el delito. Así que permaneceré aquí, hasta que la nostalgia de vivir desaparezca con la dirección del sol, y los pájaros, todos los pájaros de 1919, me habiten el cansancio de la noche. Habrá quien diga que la noche es una rosa de piedra que florece dentro de nosotros, o una estrella lastimada cayendo del cielo. Yo, Leonel, tampoco lo sé. Estoy cansada. Y he entendido que la noche cabe dentro de mi cuerpo. He ahí el delito.  
David Meza

Pocas veces me oye reír la madrugada.

Antes de conocerla a usted, nunca he amado a nadie. Odio lo provisional. Conozco bien la vida. Sé que todos traicionan a todos. Pero lo nuestro será diferente. Seremos un ejemplo. No nos separaremos ni una hora. Yo no trabajo, no tengo obligaciones en la vida. Usted será mi única preocupación. Comprendo que esto es demasiado súbito para que acepte inmediatamente, y que antes desea romper los lazos provisionales que la atan a personas provisionales. Yo soy definitivo. Soy feliz. 
Baisers volés

Quiero que los poetas dejen de llamarse poetas y comiencen a llamarse sueños y que los sueños comiencen a llamarse estrellas o luciérnagas o arroyos o triciclos.

Ellos me enseñaron que empezar un poema es un acto peligroso, en el que se debe apostar la vida o no apostar nada, porque la nada es otra forma de escribir todo.

Es verdad, todo hombre tiene un poco de texto en los ojos, un poco de texto tatuado a las manos, un poco de texto grabado en la nuca. Y todo texto tiene un poco de hombre, un poco de tacto al tocar las cosas, un poco de olfato al oler las estrellas, un poco de pensamiento al calcular la velocidad del río, un poco de oído al escuchar a los pájaros que se posan en sus ramas. Ya al final del día, uno duda que una cosa sea el texto y otra los hombres.

Cuando hayas cerrado este libro, ya te habrás olvidado de mi mano buscando una frase de amor.

Ay :’(

Y en torno a ti, sólo en torno a ti, gira a cámara lenta todo.

Sigo con el cuerpo lastimado. La sal me ha cicatrizado las heridas, pero aún duelen. Siento el golpe del sol dentro de mi cuerpo. Gaby no puede dormir. El día se ha refugiado entre mis huesos.

A este nivel las estrellas y los sueños tienen la misma altura.

Ayer miré a los pájaros del campo y pensé en ti. En tu correr suave y peligroso como el río. Eres fuego y tierra al mismo tiempo. En tu cabello se han enredado las olas de la noche. Ahora yaces dormida. Tu sangre corre silenciosa por tu cuerpo. En nada somos distintos. Lo sabemos. Pero en tus ojos siempre hay algo de cielo; y en los míos, algo de ave.

Permanezcamos, hasta que el fuego, lentamente, nos apague.

Todo aquello que está pasando, está pasando dentro de este poema, al que caigo como en una escalera larguísima. Pero nada está pasando. Nada está pasando, y de pronto recuerdo que mi generación está triste, porque esa nada le está carcomiendo los hombros. Y de pronto recuerdo que no es mi generación la encargada de soñar los poemas que cambien el mundo, sino de soñar esos poemas que sean el mundo. Y de pronto recuerdo que un poema de verdad no se escribe sino que se sueña. Y de pronto recuerdo que la vida es la extensión literaria de un sueño. Y de pronto recuerdo que mi vida, y este poema, han surgido de la nada.

¿Por qué creía que aparecerías de la nada?, ¿por qué, con todo lo que puede ofrecer el mundo, ibas a venir sólo porque yo estaba allí?

Quizá aún no te comprenda -afirmé-. No soy muy inteligente y me cuesta entender las cosas. Pero, con un poco de tiempo, llegaré a entenderte.Y no habrá nadie en el mundo que te comprenda mejor que yo...

martes, 16 de octubre de 2012

Ay, vida mía... ¿Cómo le digo a ella que es mi soledad?

¡Que llueva! Al menos necesito hablar con la lluvia.

Las mujeres de palabras y letras solo necesitamos algo para ser felices: Palabras y letras. Simple.