jueves, 27 de diciembre de 2012

Los días me huelen a antaño, y la esperanza de un nuevo amanecer se incrusta en mis noches, las cuales están mas que a gusto con el aire frió que se atraviesa en mis entrañas. La luna llena deja de aparecer y solo viene a mi en mis sueños de madrugada, se me da por caminar y ver sombras, las cuales ahora me parecen algo maravillosas, se me adelanta mi horario, y hasta puedo jurar que he llegado a ver lo que haré en dos días. El bullicio del trafico simplemente me enferma, las flores de regaliz dejaron de tener su significado y ahora son solo manchas rosadas que perdieron su magia, su falsa realidad. 
Leo, mucho, y siento que mis ojos ya han dejado de lado aquella tarde embrujada de estrellas, supongo que eso tiene sentido, ya que nunca existieron en realidad, muy poca gente sabe que son solo luces fugaces que se extinguen antes de que en realidad podamos verlas. Quizás esto es un sueño, quizás ya estoy despierta y escribo, quizás deje de existir y esto es solo un eco marcado de tinta, quizás nada es cierto, pero quizás todo es verdadero. Quizás la luna se esta posando y percibo la paz que transmite. Quizás mi gato maúlla y solo así puedo dormir.
Dibi

viernes, 14 de diciembre de 2012

"Y ahora estábamos allí los dos, mirando boquiabiertos los tanques con los peces. Comprendí que una sensación cálida, de contornos confusos, avanzaba hacia nosotros. Una señal suspendida entre nosotros como un vapor. -¿Sabes? Lo he estado pensando -dijo. No había nadie, los únicos que podían oírnos eran los peces luna-. Creo que siempre te he querido. Me quedé en silencio. Era como si de pronto todas las cosas me resultaran cercanas. Los edificios, la barandilla, mis manos. La visión de las cosas que da el amor."

¿Por qué no tú? ¿Por qué no tú en esta ciudad y esta noche tan parecida a las demás como para confundirla?

Por lo tanto, se ha producido un cambio durante estas últimas semanas. ¿Pero dónde? Es un cambio abstracto que no se apoya en nada. ¿Soy yo quien ha cambiado? Si no soy yo, entonces es este cuarto, esta ciudad, esta naturaleza; hay que elegir. Creo que soy yo quien ha cambiado; es la solución más simple. También la más desagradable. Pero debo reconocer que estoy sujeto a estas súbitas transformaciones. Lo que pasa es que rara vez pienso; entonces sin darme cuenta, se acumula en mí una multitud de pequeñas metamorfosis, y un buen día se produce una verdadera revolución. Es lo que ha dado a mi vida este aspecto desconcertante, incoherente.

Hay cosas de las que no se habla, pero se de qué hablo cuando digo que el silencio en los hombros, es distinto al silencio en la boca.

Tu ausencia en mi sofá a veces cobra vida propia y no sé exactamente qué nombre ponerle.

Tú no eres ni circunstancia ni accidente - te lo he dicho -, tú eres intimidad, esencia.

…y yo seguía empeñado en comprender por qué ella lo había conocido precisamente a él antes que a mí, y por qué había ocurrido en nuestras vidas tan horrible equivocación.

La fortaleza con la que soy extraído de esta realidad asfixiante, a raíz de la necesidad urgente de ser amado me transforma en un desecho humano.

Tú y yo sabemos muy bien como estar lejos, aparentando ante las demás personas felicidad, una sonrisa fingida que no dice nada, un beso sin sabor. Tú y yo sabemos muy bien como hacernos daño, conocemos nuestros puntos débiles, la manera justa de apuñalarnos sin causar la muerte. Tú y yo conocemos bien ese placer inmenso de besarnos cuando nos da la gana, en lo oscuro, en un callejón desolado, en medio de la noche cuando todos duermen pero los amantes aman. Aman como tú y yo sabemos hacerlo, de muchas maneras, en muchas posiciones. Y después somos tan cínicos. Tan desvergonzados, pero nos conocemos tan bien. Somos libres cuando digo “te amo”, cuando respiro por tu boca, cuando mi corazón late fuerte contra el tuyo. Somos libres cuando morimos juntos, cuando no alcanzas ni a decir mi nombre, cuando el aíre me sobra y te lo entrego. Tú y yo sabemos tanto de nosotros, nos hacemos daño, nos hacemos muerte, nos hacemos falta… nos hacemos fuertes.

Ya no existo en esta infamia. Ya no, es imposible. Ya no somos ni lo uno ni lo otro, porque te aseguro una sola cosa, en el instante en que dejamos el amor en segundo plano, el “nosotros” se deshizo. Puede que siempre hayamos sido la tinta difuminada. Jamás hemos sido capaces de escribir un poco de historia.

…y yo casi hubiera temblado de no haber sido porque hacía rato que estaba temblando.

No negaré, eso sí, que me gustaba su inmaterial y vaga compañía.

Entonces está el amanecer y una fría soledad en la que caben la alegría, los recuerdos, usted y acaso tantos más.

Si algún día muero, quédate con todos mis libros, serán solo tuyos y yo estaré en cada página, en cada palabra que no alcancé a decirte.

martes, 11 de diciembre de 2012

También estoy sin mí cuando estoy sin ti.

Qué tontas me parecen en este momento la luna, y las rosas y las palabras tiernas, cuando estás tú aquí tan ausente, tan ausente, a media hora de mis labios y tan lejos, a media hora de mi corazón y tan distante.

Ahora bien, no tengo muy buen carácter, y te aseguro que nadie me regaña y critica tanto como yo misma.

Tengo que aprender a volar entre tanta gente.

Hoy les escribo desde un paraíso.

Sin embargo, existe esa premonición de saber lo que tanto se promete, y la fluidez de dicha palabra, hace que mi pecho salte dos veces mas de lo normal, o cinco, diría que seis. Pero quien esta contando.
Porque sabemos que la lejanía no crece cuando de repente sabemos, y estamos seguros, que nuestros mundos se han unido, y se han dicho palabras tan volátiles como los 
te quiero de las 3 de la madrugada, como ese lunar que me sonríe cuando callas, cuando deseas que ese silencio acogedor no nos suelte, cuando evaporarse es tan real porque te siento, y me sientes.
¿Que puedo responderte cuando tu pregunta me desarma y me vuelve dos, tres, diría que diez? Cuando de repente notas que cambio, y mis letras no pueden decirte mas que vacio.
¿Como leerte, y decirte que mis partes se han unido de nuevo, pero que es culpa tuya, porque sonríes mas a menudo, y eso me agoniza, y me revive otra vez?
¿Como hacerte entender que cada luna que se muestra un nueve, a eso de las diez de la noche, cuando el aire me grita que avance y recuerde, es solo una prueba de eso que sucede y que se ha vuelto real?
Simplemente decirte que mis pasos ya llevan un nombre, y tu sabes cual es. 
Dibi

Te fuiste y no alcancé a terminar de amarte.

Seguirás amando al extraño que fue tú mismo.

Sólo hay un medio para matar los monstruos: aceptarlos.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Uno en su inocencia no nota como el reloj puede marcar las distancias. Ni cree que los números sean capaces de marcar los destinos.

"No es que te fuiste, no es que me fui corriendo, que deje el café arriba de la mesa y no llevé la taza a lavar. No, fue un poquito peor que eso. 
De repente, en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba a fuera, con la puerta azul marino enfrente de mi cara. Tenía los ojos llorosos, y la cara roja, parecía un tomate podrido. Me sentí desconocida ante mis sentimientos, estaba helada, parecía un cactus. Es la única palabra que se me cruza por la cabeza, de la nada, me crecieron espinas por todos lados, y un nudo se colocó en mi garganta cada vez que quería pronunciar tu nombre. Y me fui, caminando, con la cabeza sin ver el cielo (me parece que estaba lloviendo o eran mis ojos, no sé), tambaleando, intentando recuperar compostura, una parte de mí te defendía sin dudarlo y la otra no podía hablar. Y cada vez que sentía la necesidad de hablar, simplemente… Pum. Se cerraba, algo ahí se cerraba y no podía decir ni bu, ni ah. Ni siquiera podía acordarme como pasó todo tan rápido, como de la nada te tenía entre mis brazos, nuestras piernas estaban enredadas y de la nada, nada misma, nada que aterra, terminé lejos. Afuera. Enfrente de la puerta. Cerrada. Imposible de abrir. Porque no tenía fuerzas. Se me consumieron las ganas… Los sueños se me hicieron un bollito, me parecieron una porquería. Yo me parecí una porquería porque estaba llena, llenita de sueños, por acá, por allá, en el lunar de la espalda, el del pie, en la mancha de nacimiento que tengo cerca del ojo izquierdo, por todos los lugares tenía sueños. Y en ese momento me dieron tanto asco. 
Volví un par de veces por ahí, pero cada vez que me acercaba a tocar la puerta o estaba por mover las llaves para que me escuches, me paralizaba. Intentaba sonreír, me daba media vuelta, me repetía algo en vos baja y me retiraba para el lado de la plaza. Y no es que me hayan faltado ganas de tocar la puerta, tirarla, y decirte: No puedo más (o si no, al menos te hubiese pedido que me devuelvas la musculosa blanca, que te quedaba mejor a vos). Es que simplemente no podía. Me aterraba lo que pasó detrás de esa puerta. 
Mi egoísmo, vamos a usar este termino vulgar, mi manera de defenderme contra vos; tus palabras; tus rifles; tus manías, tu todo, no me dieron lugar a comportarme como una valiente, o a una estúpida -como quieras llamarlo- como a veces solía serlo. 
En un cerrar de ojos, me volví una piedrita, chiquita, indefensa, que harta de esa sensación, se fue. Se fue. Y se fue. Había pasado algo detrás de la puerta azul marino, que no sabía con exactitud que era, pero me había paralizado. Asustado. Sin embargo, no podía dejar de pensar en eso. En lo que estaba detrás, como si hubiera algo mío. Una partecita, que latía, latía, y escribía mi nombre por las paredes blancas de aquel cuarto en dónde tiré el mate, y por las noches vos y yo nos abrazábamos hasta cansarnos (entre otras cosas). Algo había ahí, que me hacía volver. 
Siempre volvía, y siempre me iba. Siempre. Iba, estaba apunto de entrar, escuchar tu voz, y cuando la imaginaba y recordaba lo poco que recordaba, me asustaba, me daba media vuelta y me iba. Cada vez que pasaba por ahí y la sensación de saber que algo me faltaba, una pieza para el rompecabezas de mi miedo, me hacía peor. 
Nunca me faltaron ganas de tirar la puerta, pero siempre que llegaba las ganas se iban escondiendo en partes de mí que no reconocía. O qué no estaba teniéndolas en ese momento en mi poder. 
Porque repito, hay una parte de mí detrás de la puerta color azul marino. 
Algún día, supongo, voy a entrar como una vecina cordial a pedirte azúcar, te vas a parar, vas abrir la puerta (sin esfuerzo, así como así, solo es cuestión de girar la llave y tirar), lo vas a buscar y yo voy a ir recorriendo parte por parte hasta encontrarme.  
Aunque, entre vos, el azúcar, yo, la partecita que perdí, la puerta azul color marino y todo lo que paso entre nuestros muros, te miento si digo aquello. Porque si entro quizá te veo y me vuelvo a perder. Y no sé si te acordas de lo mucho que me gustaba eso con vos. Así que si paso, no abras. Y que la partecita si se tiene que morir que se muera. Dejala por ahí. O no, mejor voy a tocar la puerta. Me voy a llenar de aire el pecho, voy a ir por mi partecita. Me vas a ver con esos ojos con los que mirabas a tu perro cada vez que llegabas tarde a casa y le decías que estabas cansado para ir a pasearlo. Me vas a mirar, y quizá en ese preciso momento el asesino vuelva atacar. Pero yo volví por mi parte. Solo y únicamente por mi partecita. Y que no se diga que volví también por vos. Porque entonces voy a tener que condenar al buchón."
No se sabe nunca

Tanto la quería que aprendí a olvidarla 19 días y 500 noches.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Recuerda que no se olvida el cielo si algún día estuviste ahí.

Tomo notas para hacer de mi vida sin él, algo habitable.

Ya no se si estoy viviendo o si solamente estoy sobreviviendo.

En vez de preguntar ¿Cuantos años tienes? deberíamos preguntar ¿Cuantos daños tienes? Sabríamos la edad verdadera del alma.

"Nunca la agarre de la mano, ni le susurré amor al oído, ni ninguna de esas cursilerías mientras cruzábamos avenida corrientes, y teníamos que hablarnos cerca por la cantidad de colectivos que pasaban. No sé que dicen, porque lo que dicen no es lo que pasó. Yo nunca me senté en un banco, apoyé mi cabeza en sus piernas, me acaricio el pelo, me tiró encima un poco de su agua con gas en la remera azul, que siempre mi tía me la halagaba y era, por sobre todas las cosas, mi favorita. No. No le dije “mi amor, hoy a la noche te espero más que ayer”. Que eso no lo digo, no me gusta lo cursi, eso de que el corazón se te salgo del pecho, que vayas por la vida, diciendo y diciendo, como si fueras un Romeo enfermo de parlamentos. Yo no, yo no le dediqué ni un parlamento. Que digo, ni la conocí, ni le hablé, apenas sabía de su nombre, de ella. Yo no la conocí, no sé de donde lo sacaron, que voy a saber yo de ella, que voy a saber yo que no le gustaba el café con tres cucharadas de azúcar, que era alérgica al chocolate, que la almendra solo le gustaba en el brownie de su tía Marta (la loca esa, que nunca le caí bien), que odiaba el invierno pero que si la abrazabas por atrás, un poquito empezaba a quererlo. Que voy a saber yo de ella, o como está, ¿qué me mirás, como si supiera que es lunes y va a estar loca, descabellada? con todos sus pelos despeinados. Qué me mirás, como si me entendieras. Que yo no sé nada. Ni sé muy bien de que me hablás, me podés hablar de la vecina, o de una vieja de la esquina inclusive, y no de ella, que a ella tampoco la conozco. Ese nombre no me suena. No sé su número, no sé dónde la podés llamar, no me mirés como si hubiera estado noches hablando con ella, donde me decía, en un susurro que me mataba de ternura, que no podía más, que hoy sí que no podía evitarlo y me extrañaba. Que me mirás así, como si me entendieras. Como si me tuvieras lastima. Que no sé de quién hablás. Pero si la llegas a encontrar, pregúntale, de tu parte eh, que como está. Que cómo están los gatos, la taza de batman, el libro de Cortázar que nunca le devolvió a la bibliotecaria, si arreglo el saco gris, si aprendió a coser, si tiene correo. Si cuando llovió la otra vez, y se inundo todo, piso, por ahí, una baldosa rota… Disculpa pero no te puedo ayudar, yo no sé de quién me hablás."
No se sabe nunca

Confiando en que una tarde, te acerques y te mires.. te mires al mirarme.

martes, 4 de diciembre de 2012

Una parte de mí sobrevive, y la otra está en plena época de exilio.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Era como si le hubieran robado exactamente la mitad de casi todo. Quedaban la mitad de los libros, la mitad de los CDs, la mitad de las películas, la mitad de su vida. La otra mitad se la había llevado él, aprovechando su ausencia. Se sentó en su mitad de sofá y contempló lo vacía que había quedado la otra mitad de su existencia. Y se volvió a preguntar por qué nos empeñamos en llenarla siempre con otra persona.

Supongo que puedo decir que podría malacostumbrarme a ti. Así que maledúcame con tus manías, consiénteme con tus caricias, manifiéstame con tu agonía, estírame las sonrisas; por fin, haz que vuelvan las termitas de la taquicardia a hacerme cosquillas en el alma. Exáltame el amor.

"-Bueno, mujer- Dije con voz firme, me volví otra."

Enajenación absoluta. Como si me hubiera ido de vacaciones dejando mi cuerpo abandonado, o mejor, como si mi cuerpo se erigiera en único dueño de mí misma. No obstante, no quiero morir. Quiero continuar viviendo y mintiendo. Todo lo verdadero se realiza cuando yo no miro, o cuando me doy vuelta.

No sé cuánto podré esperar porque el tiempo mío también cuenta; sé que los corazones giran, que a veces todo se complica en la mente: la mente es capaz de crear sus propios enigmas con la sola intención de atormentarse.

Y, francamente, hay corazones que no me atraen.

Nunca he estado aquí. Nunca nada ha sido mío. Ese ajedrez atormentado que me aguarda jamás ha enfrentado conmigo una partida. Esas ciudades sumergidas en la niebla. Esos libros amargos que aguardan los secretos. Ese espejo sin fondo donde permanecen vivas todas las imágenes. Todo este universo, y los otros universos, todo es ilusorio y no me pertenece. En esta ausencia pura que me cubre, sólo tu cuerpo enamorado es existencia.

Para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazos.

Eso de mirar a una mujer adorándola a la distancia. No sé. Supongo que, cuando no se pueden decir las cosas, las miradas se cargan de palabras.

- Sabés, es tan difícil decirte: Te quiero. Tan difícil ahora.

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida.

La verdad es que no te quiero ya, que no me provocas ni la más mínima emoción, ni el más mínimo sentimiento, que ya no me da por analizar tus palabras a las dos de la madrugada y repetir una y otra vez nuestras conversaciones en mi mente, que ya ni siquiera tengo deseos de ahogarte en alcohol y tu recuerdo se ha vuelto tan volátil como el humo… la gran verdad es que mentí.

¿Qué hago echándote la culpa?, ¿qué hago? Me lavo las manos. Me las lavo porque no soy capaz de captar mi propia responsabilidad en este asunto. Solo puedo denominarlo como vergonzoso, se lo atribuiré a mi falta de tacto, y diría que, de una u otra manera, en el momento en que pise este cielo de madera –suena a incoherencia de mi parte, pero ya entenderás— yo tenía en reserva todas las consecuencias que contraía quererte. Te lo dije, jamás fui una buena opción de bando.

Lo que perdemos al final siempre vuelve a nosotros… aunque a veces no del modo que esperamos.

Y fuiste un poquito realista, y muy cruel para decirme que no había necesidad de empezar algo que no debería tener principio, y en el caso, estaba condenado a un fin peor que de las demás historias mortales y terrestre. Fuiste demasiado cruel, y un poquitito realista.

En una noche como esta, pronunciaste mi nombre.

Escríbame, dijo, escríbame de usted. Escríbele hasta que te enredes en los hilos del lenguaje y caigas herida de muerte.

"Doliéndome como me dolés, no me dejás fuerzas para echarte, hacerte una despedida, agarrarte por la cintura, que cierres los ojos y murmures mi nombre, dormir en el sofá, levantarnos, hacerte el desayuno y que cruces la puerta. Doliéndome como me dolés, no tengo ganas de despedirme. Pero tampoco que te sigas quedando acá. ¿Y qué hacer?. Entre tira y afloje, me voy esfumando, y vos también. No quiero cerrar los ojos, y no acordarme de un dolor así. No sé si podés entenderlo. Porque yo no. No tiene sentido. No tenemos. Y yo que le encontraba tanto… O al menos siempre tenía la fuerza para inventarlo. Fuerza, invento, imaginación, deseo. Eso está faltando. Los encerraron, les cortaron las patitas…"

Foto
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Un amor como ese era una verdadera enfermedad, una enfermedad de la que nunca te recuperas por completo.

Pero nadie aprende a hacer poesía: sólo podemos aprender a escuchar esa voz que no se sabe si está en la mente o en el viento. Cada vez volvemos a ignorar cómo se hace el poema, cada vez tenemos que volver a aprender.

¿Somos carne y huesos? Yo diría que eso es solamente una forma, un difraz, un cascarón de algo que al parecer está más allá de lo que el hombre pudiera conocer, porque quizás no lo comprendería, o si llegara a comprenderlo, entonces se perdería para siempre en la densa niebla de la locura. Por tal razón cuando paso por el espejo y me veo, digo: ¡miráte! ¡ese eres tú! sin sondear mucho a través de la forma, ya que temo mucho en nunca encontrarme.

No miro mucho a la gente. Es perturbador. Dicen que si miras mucho a otra persona, te empiezas a parecer a ella. La mayoría de las veces me la puedo pasar sin la gente. La gente no me llena, me vacía. No respeto a nadie. Tengo un problema en ese sentido. Estoy mintiendo pero, créeme, es verdad.

Ya no me haces falta. Con el tiempo los bellos recuerdos te han suplido.