Te vi en cuanto cerré mis ojos. La música dibujó un velo negro en el que se figuró tu rostro. Eras hermosa, eras una imagen oscura bien definida por tus facciones de mujer. Sin mirada, tus ojos más negros que el mismo velo en el cuál te formabas. Te grabé en mi memoria para después plasmarte y no olvidarte nunca. Te amé por razones íntimas, razones que mis ojos cegaban pero mi pecho conoce a la perfección. Por unos segundos me asusté, después comprendí lo que eras. Una ilusión de mi interior, solo una reflexión de lo que hay dentro de mí. Escuché que dijiste algo, con una suave voz que me convenció de que lo dicho era cierto. Recordé entonces los momentos en los que fuimos uno. Breves instantes en los que pudimos fusionarnos y ser plenos. Me amas, y aunque yo siento igual, no sé cómo volver contigo. Dame pistas, mi amor, para ser tuyo una vez más. Entonces una luz iluminó la cortinas de mis párpados y me dio la respuesta. Con tus ojos oscuros y vacíos como objetivo, planeo alcanzarte y endulzar esa mirada sin luz.
De nuevo.
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