
Un trance tan absurdo que ni mi
propio par de anteojos me dejaba encontrar la salida.
Siendo
una tarde déspota, de esas que solo te abrazan la cintura, me encontraba
marginada e independiente, añorando la dulce ignorancia del no saber, del leve
susurro de las palabras sin dueño, de sus palabras.
Pero ahora recuerdo el
sonido de su voz hasta al bañarme, y el agua me gorgotea y me dice
"Nena".
La noche
ha llegado, y me duermo pensando que quizá, quizá mañana no me llame por mi
nombre.
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