jueves, 29 de marzo de 2012

"De repente, adquiero conciencia de mí misma como alguien que está en un prado, delgada y erecta, en un lugar donde todo se ha allanado. Me echo al suelo, esperando que la tormenta, que se arremolina, no repare en mí, y me tiendo de espaldas, mirando hacia arriba, cuando el agua empieza a caer del cielo. Se me empapa la ropa en un instante, y en ese mismo momento noto que Henry está ahí, siento una increíble necesidad de que él este ahí y ponga sus manos sobre mí, aun cuando me embarga la sensación de que Henry es la lluvia y yo estoy sola, deseándolo."
Audrey Niffenegger, La mujer del viajero en el tiempo. 

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