miércoles, 29 de febrero de 2012

Te deseaba, del sentir que ya pasó, del verbo que expresa lo que ya no es, del tiempo que ya transcurrió y del sentimiento que ya falleció, que no renacerá… Que desconcertante es llegar al final cuando al quererte parecía que jamás lo dejaría de hacer, que extraño todavía me suele parecer que se acabe, así; como le ocurre a la vida misma.

Digamos que no es amor, digamos que no somos nosotros, digamos que no lo entenderían. O mejor no digamos nada, vamos a besarnos.

“Sabes amor, a veces me daba por abrir los ojos mientras me besabas y no podía evitar que estos se mojaran de alegría, tenia la perfección pegada a mi cara, tus lunares, tus pecas, tus poros, tu piel, tu dulce aliento que invadía mi cuerpo, me daba pena que un buen día te dieras cuenta que temblaba de nervios, de ansiedad por tenerte, era perfecto saber que el universo cabía en mis manos y cariñosamente me permitía estrecharlo…”
…Son estos momentos en los que no solo las lagrimas que algún dia fueron por ti pesan como un diluvio en este frio de la noche, en donde solo la oscuridad es testigo de lo que realmente es sentirse debatido, mirar a un punto ciego y recordar cada palabra, cada pobre intento de continuar, hace incesante no sentir los golpes en el pecho por la inevitable decepción… solo son los pobres recuerdos que quedan, ¡puede que el tiempo lo cure todo!... Pero a veces pienso que tiempo es lo que me hara falta, solo para que el corazón sea escuchado por la razón y decida olvidarte...
Tm

Corazón delator.

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!
Edgar Allan Poe 

Rompecabezas de una vida sin fin..

..No te lo dije, no acepte que te necesitaba, tu eras lo único que faltaba para que ese rompecabezas por fin fuera feliz, esas partes que cada día añoraban algo de ti, eran tan generosas amor, me pedían lo que fuera, nada especifico, nada concreto, solo debían provenir de ti. ¿Y que les dije? ¿En verdad quieres saberlo? Les dije que se rindió, que dejo ir lo mejor que pudo haber pasado, que soporto lo mas dificil pero no fue capaz de aguantar el final, faltaba tan poco que fue irónico notar cuan cerca estuvimos, le dije lo peor que podrias escuchar, esas palabras que hacen que tu mundo se derrumbe y la única esperanza que tienes es seguir adelante pero odiando, odiándote, odiándolo, odioandosen.. Ellas no supieron mi versión, no tienen ni idea que en algún momento lo desee, que un dia desperte con ese pensamiento que en mi momento menos esperado se cumplio.... y yo ya no lo esperaba y yo ya no lo queria y ellas me creyeron...
Dibi

martes, 28 de febrero de 2012

Que ironía! el peso que incomodaba, no estaba en su maleta.


Quería recorrer infinidades de  kilómetros  y que todo lo que fuese dejando tras de mi , se borrara instantáneamente a penas mi pie avanzara un paso mas. 
Era ilógico llevarte conmigo siempre, era un recuerdo que no estaba dispuesta a cargar un día mas en mi maleta. Ya pesabas, sobre todo en el corazón. Pero tu, no parecías comprenderlo. Aunque debo aceptar que soy yo quien no comprende nada  y de eso no hay duda. 
Lf 
Y entonces sentí un gran deseo de comunicar la paz o la felicidad, esa peligrosa palabra que no debe pronunciarse y que de pronto había llegado a mí. Pero sólo se me ocurrió apretarle la mano. Lo hice una sola vez, y casi al instante él me devolvió el apretón: lo hizo dos veces. Los dos mirábamos hacia el cielo casi blanco, y con otro apretón de manos volví a decirle que le quería. Me respondió de la misma forma. Creo que nunca, ni antes ni después, he mantenido con nadie una conversación más íntima, más explícita. Ni tan bella. Aquel parque solitario, aquel hombre y aquella niña solitarios, aquel vagar sin rumbo y aquel silencio. Un parque sin gentes, cubierto de nieve, un estanque de cristal, y la ausencia de palabras, y de ruidos -si hubiera caído la última hoja del último árbol de invierno, la habríamos oído- para no romper la conversación muda que habíamos inventado entre los dos, mano a mano.
Ana María Matute
“Sentí su amor en todo el cuerpo. (Y al decir amor me refiero a esa sensación de hormigueo y pérdida de la realidad; y al decir cuerpo estoy tratando de decir que lo sentí en toda mi alma, y mi riñón, y las arterias y más allá de lo que soy y el significado de mi nombre).”
Nicté Toxqui
“Nunca mis mañanas habían tomado café tan contentas dentro de su inmensa tristeza. Los cerros no habían crecido, el viento no se llevó nada y dentro de mi corazón no había más que espera y soledad bañada en esencia de amor que se transformaba en locura. ¿Después? Nada. Lo que importaba era el café, solo el café y como desayuno tu recuerdo.”
Nicté Toxqui

lunes, 27 de febrero de 2012

Ha pasado que un hombre se convierte en palabras.


Él cree que en alguna parte, por el mundo, encontrará a una mujer que, desde siempre, es su mujer. De vez en cuando lamenta que el destino se obstine en hacerle esperar, con obstinación tan descortés, pero con el tiempo ha aprendido en el asunto con gran serenidad. Casi cada día, desde hace ya años, toma la pluma y le escribe. No tiene nombre y no tiene señas para poner en los sobres, pero tiene una vida que contar. Y ¿a quién sino a ella? Él cree que cuando se encuentren será hermoso depositar en su regazo una caja de caoba repleta de cartas y decirle -te esperaba-.
Ella abrirá la caja y lentamente, cuando quiera, leerá las cartas una a una y retrocediendo por un kilométrico hilo de tinta azul recobrará los años -los días, los instantes- que ese hombre, incluso antes de conocerla, ya le había regalado. O tal vez, más sencillamente, volcará la caja y, atónita ante aquella divertida nevada de cartas, sonreirá diciéndole a ese hombre -Tú estás loco-.
Y lo amará para siempre.
Alessandro Baricco.

Si la apariencia le reflejaba el corazón ¿para qué palabras?



Detestaba decirlo-verlo-sentirlo-recordarlo-incluso olvidarlo por momentos-extrañarlo-acariciarlo mentalmente-abrazarlo-no soltarlo-pretenderlo-escudriñar recuerdos.
Mas que a la luna escondida tras una nube,  un café muy claro y  faldas cortas, detestaba su reflejo  en el espejo penetrando en sus ojos martillazos de dolor por un recuerdo.  Repugnaba ver sus manos manchadas con la sangre de la muerte de  esa historia.
                                                       lf.
Tan irracional como lógico. Yo soy la pregunta y la respuesta. Quizás no te conozca, ni me conozcas, pero podemos conocernos o desconocernos más si quieres. Eso sí, yo no te mentiría si no te conociera, porque contigo puedo ser yo mismo y tú ni siquiera lo sabrías..

domingo, 26 de febrero de 2012

Me han dicho —a modo de crítica— que vivo en la luna.
    Les he dicho —a modo de crítica— que viven en la Tierra.
Jaime Jaramillo Escobar 

Tu dulce, especial, sensual aroma..


Lo que me atraía no era la belleza externa cuantificable e impersonal, sino algo más absoluto que se hallaba en el interior. De la misma manera que hay quien ama secretamente los diluvios, los terremotos y los apagones, yo prefería ese algo recóndito que alguien del sexo opuesto emitía hacia mí. A ese algo voy a llamarlo aquí "magnetismo". Una fuerza que te atrae y te absorbe, te guste o no te guste, quieras o no. Quizá pueda compararse al aroma de un perfume. Tal vez ni el mismo maestro perfumista que lo ha creado pueda explicar por qué un aroma en concreto posee una determinada fuerza y produce un efecto. Es difícil de analizar científicamente. Sin embargo, explicaciones aparte, algunas mezclas de aromas pueden atraer al sexo opuesto como el olor de los animales en celo. Tal vez haya un aroma que atraiga a cincuenta personas de entre cien. Y quizás exista otro distinto que atraiga a las otras cincuenta. Sin embargo, también hay uno que hechiza sólo a una o dos personas en este mundo. Es un aroma especial. Y yo era capaz de percibirlo claramente. Sabía que era letal. Podía distinguirlo a la perfección desde muy lejos. En esas ocasiones, yo quería acercarme a las mujeres que lo exhalaban y decirles: "Lo he notado, ¿sabes? Quizá los demás no, pero yo sí".
Haruki Murakami.

Simplemente decirte que...

Simplemente decirte que, varias veces, me hubiera gustado ser un personaje de ficción. Porque en una novela o en una pelicula el héroe habría sido menos torpe para hacerle comprender a la heroína que le gustaba de verdad, que disfrutaba hablando con ella y que sentía algo especial cuando la miraba. Una mezcla de dulzura, de dolor y de intensidad. Una complicidad turbadora, una intimidad conmovedora. Algo extraño, que no había experimentado nunca antes. Algo cuya existencia ni siquiera sospechaba.
Sé, sin embargo, que si nos hubiésemos besado, me habría vuelto con entusiasmo, pasando de la lluvia o del buen tiempo, ya que contaría un poco para ti. Sé que ese beso me hubiera acompañado a todas partes y durante mucho tiempo, como un recuerdo radiante al que aferrarme en momentos de soledad. Pero, después de todo, algunos dicen que las historias de amor más hermosas son aquellas que no han tenido tiempo de vivirse. Quizá los besos que no recibimos sean también los más intensos... Simplemente decirte que cuando te miro, pienso en las veinticuatro imágenes por segundo de una película. En ti, las veintitrés primeras imágenes son luminosas y radiantes, pero de la vigésima cuarta emana una verdadera tristeza que contrasta con la luz que llevas en ti. Como una imagen subliminal, una fisura bajo el brillo: una falla que te define con mayor sinceridad que el escaparate de tus cualidades o de tu exitos. Varias veces me he preguntado qué es lo que te ponía tan triste, varias veces he esperado que me hablaras de ello, pero nunca lo has hecho.
Simplemente decirte que te cuides mucho, que no te contamine la melancolía. Simplemente decirte que no dejes que triunfe la vigésima cuarta imagen. Que no dejes que se imponga el demonio sobre el ángel con demasiada frecuencia.
Simplemente decirte que, a mi también, me has parecido admirable y luminosa. Pero eso te lo repiten cincuenta veces al día, lo que al fin hace de mi un tipo como los demás...
Simplemente decirte, en fin, que no te olvidaré nunca.
Guillaume Musso.

sábado, 25 de febrero de 2012

¡No puedo vivir sin mi vida, no puedo vivir sin mi alma!


No siento mi cuerpo, no siento mi alma, ¿la habré extraviado?... Solo veo rojo a mí alrededor. Rojo sangre que cubre mi cielo, que recubre mis heridas y las escose como fuego. Las serpientes rojas se deslizan por todo mi cuerpo, puedo sentirlas reptando y sujetando mi carne, sin embargo ya no siento dolor, no siento nada. Ojos de color venganza se adentran en mi mente, apoderándose de mi voluntad. Rompen poco a poco un lazo que se empezaba a formar. Ocultan la felicidad y me hunden en la oscuridad. Antes no entendía el por qué de mi existencia, ahora sé que siempre hubo un propósito. Y por más que quiero negarlo sé que es este. Solo hubiera querido que mi propósito hubieras sido tú. En verdad trate de protegerte. Pero al final no pude hacerlo, fui yo quien te hirió. Nuestro destino es odiarnos, siempre fue ese. Quisimos negarlo, la atracción era inmensa y eso es lo que nos llevara a terminar lo que empezamos. Poco a poco estoy empezando a olvidarte. Ya no recuerdo tus labios, ni el sonar de tu voz, el color de tu cabello se deshizo como hilos de humo en el aire y tu perfume se mezclo con el olor a sangre. Te estoy olvidando y me asusta pensar que pronto ya no te recordaré. Mi mente te expulsa y mi corazón terco te aferra, o al menos recupera los fragmentos destrozados de ti. Solo un constante hay…uno que no puedo quitar, por el cual aun vives en mi. Tu mirada. Tengo frío. Y no son paredes de piedra las cuales me aprisionan, el frío proviene de muy dentro de mí. Mi sed aumenta y mi hambre también. Ya no puedo reconocerme. Pronto acabare con todo, todo se vendrá a mis pies y por fin ella podrá liberarme. Ella es mi salvación. La luna de rojo se teñirá muy pronto. Y cuando eso ocurra… ¡Tú serás la siguiente Cuentista!            
Brizz Briseira                     

Pasado insaciado..

Que decirte cuando se que ya no quedan mas palabras entre nosotros, estamos unidos por un hilo inextensible, por ese pasado que ya no podemos recuperar, ¿porque seguimos buscándonos? ¿que fue lo que hicimos que no podemos dejar ir? Se que fue digno de recordar, se que hay tantas promesas esperando por cumplirse, nos llaman, me dicen que existe un camino que fue creado solo para nosotros pero solo es valido si sostienes mi mano, ellas olvidan que ya esta vetado, nuestros mundos siempre estuvieron distantes pero supimos crear una puerta, esa conexion que nos mantenia unidos, que con su musica y letras hacian de el un lugar seguro al cual refugiarse, fuiste mi puerto de esperanza, de soluciones, de amor.. Aun asi dime, ¿porque no lo dejamos atras? ¿porque seguimos llenando con palabras insustanciales lo poco que quedo? Porque, porque, porque...
Dibi

Ese ruido que no te deja dormir, no siempre viene de afuera.


Cuando un cristal o un plato se rompe genera sonido de algo rompiéndose. Cuando una ventana se hace añicos, la pata de una mesa se rompe, o se cae un cuadro de la pared hace ruido. Pero cuando tu corazón se rompe, el silencio es total. Es algo tan importante que piensas que su ruptura hará tal ruido que se oirá en todo el mundo, o sonará como un gong o un timbre. Pero simplemente hay silencio y entonces es cuando desearías que hubiese algún sonido que distrajese tu dolor.
Si lo hay, es interno. Es un grito y nadie puede oírlo, solo tú. Es tan alto que tus oídos pitan y tu cabeza duele. Es tan salvaje, como una herida abierta expuesta a agua marina, pero cuando realmente se rompe, solo se oye el silencio. Gritas en tu interior, pero nadie puede oírlo...
Cecelia Ahern

Nadie me haría alucinar de una mejor manera.


Es justamente la media noche de un día normal de la semana, y me encuentro intranquila, algo me perturba, algo me roba la calma. Minutos antes de encender de nuevo mi computadora, me dirijo a la cocina y tomo algo de café, pues se que la noche que me espera es larga.
Aun desde mi ventana no veo la luna, aun esta oculta, al igual que la cantidad de estrellas existentes en la tierra. Pero lo único presente es mi insomnio y mi recuerdo de aquel chico de ojos color miel, rostro alucinante y estatura soñada. Juraría que a el todo le luce, hasta podría asegurar que mi compañía no le sentaría mal.
Se que pronto emprenderé su búsqueda, una búsqueda por lo desconocido y de alguien a quien ni su nombre se. De alguien que lo único que tengo es su imagen tan perfecta en mi mente.
Era la segunda vez que se cruzaba por mi camino casi después de dos meses y no imagino cuan estúpida pude parecer en ese instante en el que al ver su cuerpo moverse nuevamente de una forma tan estilizada y seductora, exactamente por el mismo lugar, me robo el aliento. Solo puedo describir la manera en que con la mirada lo seguí hasta ver morir su rastro, la expresión de mi cara muy seguramente fue delatadora, y si eso no logro hacerlo, mi repentino cese de palabras si lo hizo. Es que explíqueme alguien como es posible continuar como si nada ante la presencia de algo que nos congela hasta el pensamiento y nos roba las palabras de la boca, dejando inclusive nuestro cerebro aturdido.
Desde ese segundo encuentro físico cuestione tantas cosas, como ¿Qué me haría grabar a la perfección su imagen sin poder omitir algún detalle de lo que mis ojos pudieron percibir de desde sus cabellos hasta la punta de sus zapatos?-Podría yo contarles que al lado de su boca, en la parte izquierda a 3 centímetros de distancia, el rostro de aquel chico tenia dibujado un lunar de tamaño proporcionado y de un color no mas claro que para hacerle juego con sus ojos-.¿Sera que aquel chico casi ideal en su apariencia vendrá siendo algo en un futuro? ¿Habrá una tercera vez o la última fue solo para deleitar mi mirada? Realmente no lo se, ni siquiera el lo sabe, pues no sabe si quiera que le escribo. No sabe siquiera que en uno de sus días normales, mientras caminaba en la ciudad exhibiendo su figura deseable para cualquier mujer con el más leve gusto a lo maravilloso, de manera muy atrevida se robo toda la atención de una niña que habitaba su mismo espacio. Es mas, hasta puedo asegurar que en lo absoluto noto mi presencia, puedo asegurar que esta alucinación solo la vivo yo y no cabe razón alguna para imaginar que sucede lo contrario.
Transcurren los días, y en el día cuarto del suceso me hayo en la estación del metro parada junto a una de sus puertas esperando el vehículo que me transportaría desde la florida hasta la Provenza, la parada mas cercana a mi hogar. Mire el reloj y las manecillas indicaban las 3:55 de la tarde y era testigo de la forma en que la lluvia dejaba gotas en el rostro de quienes se situaban a mi lado. Al ingresar de manera incomoda a aquel medio de transporte, intente hallar asiento , cosa que me fue imposible, así que tuve que permanecer de pie el tiempo que duro mi recorrido. Mi mente tuvo el tiempo suficiente para maquinar encuentros repentinos con su mirada en el lugar de siempre, hasta se arriesgo a trasladarse a un parque en el cual mi rumbo era el suyo.
Al llegar a mi destino, Salí como salen un escupido del Ap2 que me estaba transportando y proseguí mi rumbo con mi cuerpo en la tierra y mi mente en cualquier lugar , menos en el que me encontraba. Camine una dos cuadras mas y cuando ya por fin el ruido de los carros y la lluvia que caía habían logrado robar mi atención, el personaje vuelve a rondar mi memoria con una nueva pregunta para mi, como si fuese yo quien tuviera las respuestas, como si no me cuestionara lo mismo en cada segundo en el que de forma audaz penetra mi cabeza y deja todo su funcionamiento con un corto circuito del alto nivel de impresión que alcanza a generar en mi.
Al llegar a mi hogar puedo estar nuevamente en mis cabales, pero ¿Quién me garantiza que será definitivo? Intento vivir los 4 días siguientes con la cordura necesaria para convivir en esta sociedad absurda y llena de prejuicios a los cuales debemos acceder para encajar en este acto de marionetas manejadas vilmente que se hace llamar cotidianidad.
Llegado el día 5 a las 12:21 am , agotada por los afanes rutinarios e invadida por el estrés agregado en causa de un largo día de investigación y exploración universitaria, la cual empieza producirme cualquier clase de miedos prematuros a ese primer día de clase en lo que será mi segundo hogar dentro de un par de meses hasta unos 5 años exactamente-porque no pretendo que lo sea por mas tiempo-. Enciendo de nuevo mi computadora minuciosamente , previniendo cualquier ruido y dejando el volumen en ceros para no generar molestias de ninguna índole en este momificado edificio, el cual tiene parecido a todo lo que ustedes puedan imaginar , menos a un lugar residido por gente normal y con algún nivel de juventud. De repente vuelve a mi una loca idea , un pensamiento descabellado pero producido por mis inevitables ansias de llegar a encontrar de nuevo esa mirada color miel, y medita mi mente que quizá en ese nuevo hogar, en un salón cualquiera de esa universidad este tomando también clases aquel tipo que tanto altera mis sentidos. Que quizá si corro con la suerte mas grande de este mundo y esta predestinado, lo encuentre preparándose para ser al igual que yo , un Ingeniero de mercados.

Que impresión causaría en mí llegármelo a topar de nuevo, pero esta vez teniendo la plena certeza de que no solo será en esas escaleras en las que los hippies de la ciudad venden sus obras de artes, donde lo veré anonadada como solio pasar las veces anteriores. Y es justo ahí donde la idea de entrar rápidamente a estudiar y agotar mis vacaciones, no empieza a sonar del todo mal, al contrario, tendría ya una razón casi que primordial para seguirle, para buscarle, para invadirle de nuevo sus espacios pretendiendo robarle hasta el mas mínimo suspiro e inventar cualquier clase de excusa para algún día llegar a hablarle. Pero… ¿Cómo lo haría? Muy seguramente no le diré que ha sido tal vez su aroma el que me ha permitido hallarlo, tampoco mencionare que su mirada seria imposible confundirla así estuviera frente a millones de ojos de un color casi perfectamente igual, pues los suyos tienen algo que no me permitirían confundirlos jamás. ¿Y si me lo encuentro casualmente en la biblioteca? Puede darse la casualidad de que al igual que yo, sufra una alta debilidad por los libros o simplemente se encuentre sentado bajo la sombra de un árbol escribiendo poemas.

Últimamente siento que mi cabeza sufre un desorden cerebral e intento hallar la causa pero en realidad no encuentro indicios de que puede estar generando este cambio tan brusco en muchos de mis aspectos personales – es decir, nada ahora es como antes, ya ni mis pensamientos lo son-. Me dirijo como es habitual a mi habitación, mientras mis padres me miran reflejando con sus gestos la enorme preocupación que les estaba causando tal comportamiento en mí. Supongo que lo asimilaran con la adolescencia, quizá con el hecho de que este abandonando el colegio o lo mas probable es que mediten la idea de que este enamorada, pensamiento que seria totalmente erróneo, ya que esto no es amor; es mas, no creo que tenga nombre y si alguna loca demente logra bautizarlo, garantizo que vendría siendo algo similar a una obsesión, que se yo.
Antes de dormir, reviso rápidamente mi correo y al abrir mi ventana una cortina de estrellas en el cielo alcanzan a capturar totalmente mi atención, haciendo simplemente que de mi brote una sonrisa. No se a quien le sonrió, a decir verdad no hallo razón alguna para haber sonreído. Aproximadamente 9 horas después, retumba en mi oído el sonido de mi alarma indicando que ya es hora de despertar y con la total escasez de fuerzas, me levante a apagarla – vaya día el que me espera- pronuncie con mis labios aun anestesiados por el sueño tan profundo en el que me encontraba sumergida. Procure lucir lo más parecido a una chica que esta a vísperas de iniciar su vida universitaria, ya que pretendía camuflarme en ese tan deseado mundo. Aliste cuanto documento llegara a necesitar y me aventure de nuevo a buscar el resto de información necesaria para el ingreso a aquel lugar.

Mire mi reloj y contaba con dos horas extras antes de mi cita, así que decidí recorrer la universidad y de esa manera familiarizarme con el sitio. Mi primer estación fue la biblioteca, en la cual no dure mas de 10 minutos puesto que si de casualidad me daba por acercarme a buscar un libro , no habría poder humano que me hiciera salir de ahí después. Camine por los lugares mas solitarios , hasta encontrar un kiosco con una vista espectacular hacia la ciudad – por lo menos algo lindo he encontrado en mi próximo segundo hogar-. Me senté y mire de nuevo el reloj, ya solo contaba con 40 minutos de mas , así que opte por acostarme un momento en aquel kiosco solitario, nadie me vería , así que no me causaría ninguna clase de vergüenza . Gire mi cabeza para cerciorarme de estar completamente sola, cuando vi a no más de 7 metros de distancia a la persona que estaba desestabilizando mis pensamientos. Sentí como se paralizaba por completo mi cuerpo sin tener el más mínimo control de mis movimientos, puesto que nada se movía, fui incapaz de parpadear si quiera un instante. Ahí esta, parado prácticamente frente a mi por tercera vez, sin haberlo imaginado, sin haberlo pedido en ese día. Cuando logre recuperar el sentido y ser al menos un intento de persona cuerda, desvié mi mirada – no se cuantos minutos habría pasado con mis ojos puestos fijamente sobre su rostros- pero un acto involuntario me hizo voltear de nuevo y verle. No lo podía creer, tantas alucinaciones, tanto deseo junto de sentirle una vez mas cerca, estaba siendo real. Mis alocadas fantasías, ya no existían. Lo tenía ahí, con la certeza de que hacia parte de mi futuro entorno, nada me podía hacer más feliz. Llegue a mi cita con la cara más patética que hubiesen podido ver en todo el día. Dure sonriendo en cada pregunta que allí se me hizo y me atrevo a asegurar que aquella mujer asignada a entrevistarme, no me considera una persona con algún nivel de seriedad.

Cuando por fin logre salir del lugar, me dirigí a esperar mi bus. Al subirme en el, tome asiento y sonreí de nuevo. Es exactamente como mi memoria lo había capturado por vez primera, así era el. Esta vez logré escucharlo y les puedo garantizar que su voz alcanzó transportarme al lugar más hermoso que puede poseer el universo. Sonó tan interesante y nada torpe, tan inteligente y muy audaz. Por lo que me percate a escuchar, ama el fútbol, por lo que alcancé a apreciar, no soy la única a la que tiene que con todas sus neuronas en recreo. ¿Sera un espejismo tanta perfección junta en un solo ser? Lo decepcionante es que nadie logra adquirir el más mínimo grado de perfección, aunque no pretendo que lo tenga.
Esa noche di más vueltas que de costumbre en mi cama antes de dormir, aunque en realidad no pegue el ojo en toda la noche. ¿Que carrera estudiara? ¿En que semestre ira? ¿Esta vez alcanzaría a notar que existo o fui como las veces anteriores, invisible para el? Me cuestione cuanta idea logro cruzarse, imagine cuanta cosa pude a su lado. Me encontraba absurdamente feliz y con una imagen indeleble de absolutamente todo su cuerpo grabada en mi. Ese día vestía una camisa azul con cuadros y jeans algo desgastados.
Lf

Promete destrozar el tiempo...


Dedicaba gran parte de mi tiempo en justificarlo. En justificar su ausencia, en comprender el porque de la contradicción que había entre sus hechos y palabras. Camine durante horas por la misma calle en la que lo vi venir con sus promesas en las manos, con un libro en blanco casi listo para iniciar una historia. Una conmigo desde el principio hasta el final de sus hojas. Pero no fue así. Como deseo observarlo desde el cielo. Se que es feliz, se que sonríe de una manera parecida a la que solía hacerlo antes. Se que aun cierra sus ojos con fuerza cuando algo no le sale bien, cuando se siente frustrado, cuando me extraña. Porque se que aun me extraña. Se que menciona mi nombre como si no pudiera hacerlo, sin importar que no sea yo a quien este llamando. Se que acelera cuando la adrenalina de su cuerpo se eleva mas de lo normal, cuando las todo lo que siente, no lo puede expresar. Eso lo se y quisiera verlo. O al menos , juntar nuestras manos por medio de una ventana y sin decirlo, prometernos cumplir nuestra promesa inicial y seguir nuestros caminos, que de una u otra manera, se habrían de juntar.
Lf

¿Si solo tienes una pequeña parte de cielo, que pasa cuando esta te es dividida y quitada lentamente?

Me dejo un sabor amargo en mi boca, en mi cuerpo, en cada parte que le había permitido tocar, era absurdo suponer que ese sentimiento proviniera de mi, el no solo era la felicidad que me fue entregada, sino la magia que me seguía recordando que era bueno estar viva, que podía tener un pedazo de mi propio cielo y añorarlo como si fuera eterno, pero lo que no sabia es que mi cuerpo me estaba diciendo lo que en unos momentos sucedería, ese amor ya no me pertenecía, ya era compartido, y no estaba segura si yo tendría la mayor parte de el..
Dibi