… A lo mejor tuve miedo de que leyera en tu mano alguna verdad sobre mí, porque fuiste siempre un espejo terrible, una espantosa máquina de repeticiones y lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos con una flor amarilla en la mano y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas…
Julio Cortázar, Rayuela.
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