lunes, 5 de marzo de 2012

¿Y qué amaré sino lo que es enigma?


Párvulo era frente de ella, después de todo sentía que me quería cerca, y yo quería estar cerca. No concluí después de meditar mis actos, besarla podría resultar descortés para una primera cita. Sus ojos me iluminaban y no podía parar de mirarla, su cabello perfumaba la noche, era el perfecto complemento para una luna tan hermosa (porque la luna siempre es hermosa cuando se está con la compañera indicada). Escuchaba sus palabras mientras sentía como, una a una, se incrustaban en mis oídos, y yo quería saber más de ella.Tiempo atrás ya había deducido que era una dama bastante inteligente y yo tenía miedo de resultar estúpido ante su mirada. Pareciera mentira, pero, muchas veces, la primera impresión  se adueña de la gente, así que muchos se comportan como inspectores cuando conocen a alguien nuevo, con ojos fieros escrudiñan cada acto que a su víctima le precede -y mi timidez al sentirse observada ocasionaba que mi cuerpo se entumiera y dejara de articular palabras, en el mejor de los casos- pero esta vez no, esta vez estaba decidido; quería estar con ella, dormir con ella, deseaba abrazarla hasta perderme en un largo sueño y al levantarme verla a mi lado.  No pretendía ser alguien diferente, no quería comportarme como el clásico don Juan, así que no intenté seducirla. Mi mirada dijo lo que quería, sus palabras lo entendieron y como rosas acariciaron mi cuerpo, me sentí querido, y a ella la sentí más hermosa que nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario