Esta vez no hubo manos tibias, ni párpados cerrados. Y es que aunque estaba en el mismo sitio, faltabas tú. Faltaba tu cabello rojo y tus ojos bonitos. Una vez más extrañé tu “boquita pintada” y esos “besos perfumaditos.” Y aunque extrañar no es lo mío, te echo de menos a menudo.
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