martes, 21 de agosto de 2012

"Y en ese pedazo de papel entretienes el paso del tiempo emulando a Neruda, mujer poeta de mirada tierna. Cada mañana en la misma mesa, frente a la ventana con una taza de café negro y siempre esa sonrisa melancólica que ya forma parte de la asociación de imágenes que guardo de ti. 
Escribes, te veo con los ojos entornados alzando de repente la vista y perdiéndote en el infinito a través de ese cristal, volando dios sabe a qué destino; te sueño entre mis brazos allí donde quiera que hayas ido a buscar la inspiración, y me dejas vacío cuando regresas a ti con esa suavidad que te adivino y que me acaricia el alma. Arrugas la servilleta y con gesto distraído tomas otra; amontonas sentimientos que luego dejas olvidados en ese cenicero y yo te observo desde mi esquina, esperando que a las ocho y cuarto, cuando te vayas y me roce tu aroma al pasar a mi lado pueda absorberlo con fuerza suficiente para que me dure todo el día. ¿No te das cuenta, pequeña, que cuando sales de este viejo café apenas te queda perfume? Lo guardo todo en el frasco de mis sensaciones de ti. 
Rescato tus servilletas arrugadas y profano tus versos arrimando mis letras impuras a ellos, completando tus pensamientos, porque he nacido para completarte, lo sé desde la primera vez que te vi. Y junto a tus bellas palabras desde hace dos meses encajo sin orden alguno las mías. 
¿Todavía la amas? ¿Hoy no estas? la has dejado inacabada. 
El camarero se acerca a tu mesa, y con el café te devuelve una servilleta sonriendo. Tiemblan tus dedos mientras la despliegas y se estremece tu alma al leer.
No llegué a tiempo ayer, estaré fuera unos días, volveré. Me llevo tus versos, yo te los guardo, mujer de mi alma. Y no, ya hace tiempo que no la amo."

No hay comentarios:

Publicar un comentario