miércoles, 17 de octubre de 2012

Ayer miré a los pájaros del campo y pensé en ti. En tu correr suave y peligroso como el río. Eres fuego y tierra al mismo tiempo. En tu cabello se han enredado las olas de la noche. Ahora yaces dormida. Tu sangre corre silenciosa por tu cuerpo. En nada somos distintos. Lo sabemos. Pero en tus ojos siempre hay algo de cielo; y en los míos, algo de ave.

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