miércoles, 17 de octubre de 2012

Esta noche, como nunca, estoy sola. Puedo sentir cómo se me caen las manos. No cuento con nadie. Y nadie cuenta conmigo. Soy lo más parecido a un insecto que vive entre las manos de una aurora. Sé que lo que ahora escribo no tiene ninguna posibilidad de ser un poema. He ahí el delito. Así que permaneceré aquí, hasta que la nostalgia de vivir desaparezca con la dirección del sol, y los pájaros, todos los pájaros de 1919, me habiten el cansancio de la noche. Habrá quien diga que la noche es una rosa de piedra que florece dentro de nosotros, o una estrella lastimada cayendo del cielo. Yo, Leonel, tampoco lo sé. Estoy cansada. Y he entendido que la noche cabe dentro de mi cuerpo. He ahí el delito.  
David Meza

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