domingo, 28 de octubre de 2012

Me gusta la noche, porque a la distancia puedo escuchar tus latidos, esos que suavemente susurran mi nombre, y al cerrar mis ojos es tu fantasma el que llega a verme, se postra ante mi cama y dulcemente devora mi cuello, llevándose hasta la última gota de sangre, dejándome ahí inerte bajo la luz de la luna, filtrada por aquella ventana donde sentada te esperaba.

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