Tu dirigías la mirada al cielo y la mía ya no tenía dirección. Supongo que la perdí en uno de esos tantos momentos en los cuales esperé por tu regreso, sentada, en el mismo lugar donde solías encontrarme, donde solías poner ante mi una excusa -barata- nueva del por que habías tardado tanto. Sin embargo, no te podía soltar, había esperado mucho tiempo como para perder siquiera un segundo.
Podía sentir tu respiración , incluso, podía sentir lo que pensabas, lo que tú mismo estabas sintiendo. Querías hacer de cuenta que todo estaba bien, y lo estaba, de cierta forma. Y lo estaría hasta que tuvieses de nuevo que partir, porque sabía que te irías aunque te pidiese lo contrario.
Seguías jugando con tus dedos, enredándolos en mi cabello. Y cada nuevo recorrido por mi cabeza, era una despedida muy de ti... silenciosa, devastadora e inconclusa.
Lf
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