domingo, 9 de diciembre de 2012

"Nunca la agarre de la mano, ni le susurré amor al oído, ni ninguna de esas cursilerías mientras cruzábamos avenida corrientes, y teníamos que hablarnos cerca por la cantidad de colectivos que pasaban. No sé que dicen, porque lo que dicen no es lo que pasó. Yo nunca me senté en un banco, apoyé mi cabeza en sus piernas, me acaricio el pelo, me tiró encima un poco de su agua con gas en la remera azul, que siempre mi tía me la halagaba y era, por sobre todas las cosas, mi favorita. No. No le dije “mi amor, hoy a la noche te espero más que ayer”. Que eso no lo digo, no me gusta lo cursi, eso de que el corazón se te salgo del pecho, que vayas por la vida, diciendo y diciendo, como si fueras un Romeo enfermo de parlamentos. Yo no, yo no le dediqué ni un parlamento. Que digo, ni la conocí, ni le hablé, apenas sabía de su nombre, de ella. Yo no la conocí, no sé de donde lo sacaron, que voy a saber yo de ella, que voy a saber yo que no le gustaba el café con tres cucharadas de azúcar, que era alérgica al chocolate, que la almendra solo le gustaba en el brownie de su tía Marta (la loca esa, que nunca le caí bien), que odiaba el invierno pero que si la abrazabas por atrás, un poquito empezaba a quererlo. Que voy a saber yo de ella, o como está, ¿qué me mirás, como si supiera que es lunes y va a estar loca, descabellada? con todos sus pelos despeinados. Qué me mirás, como si me entendieras. Que yo no sé nada. Ni sé muy bien de que me hablás, me podés hablar de la vecina, o de una vieja de la esquina inclusive, y no de ella, que a ella tampoco la conozco. Ese nombre no me suena. No sé su número, no sé dónde la podés llamar, no me mirés como si hubiera estado noches hablando con ella, donde me decía, en un susurro que me mataba de ternura, que no podía más, que hoy sí que no podía evitarlo y me extrañaba. Que me mirás así, como si me entendieras. Como si me tuvieras lastima. Que no sé de quién hablás. Pero si la llegas a encontrar, pregúntale, de tu parte eh, que como está. Que cómo están los gatos, la taza de batman, el libro de Cortázar que nunca le devolvió a la bibliotecaria, si arreglo el saco gris, si aprendió a coser, si tiene correo. Si cuando llovió la otra vez, y se inundo todo, piso, por ahí, una baldosa rota… Disculpa pero no te puedo ayudar, yo no sé de quién me hablás."
No se sabe nunca

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