lunes, 14 de enero de 2013

Debo confesarte que estuve huyendo de ti
demasiado tiempo.
Siempre había algo qué hacer antes,
trabajar, crecer, escribir,
alcoholizarse, cantar una canción más,
enamorarse una vez más.
Y no olvidemos el miedo a (casi) todo,
a enfermarse, a no tener dinero,
a no saber qué hacer, a envejecer,
a fracasar como casi siempre,
a amar monstruosamente.
Debo confesarte también que esos miedos
aún no desaparecen, y no lo pretendo,
pues son ellos los que me dan la fuerza
para mantenerme entero,
para evitar ser el tipo inconstante
que suele arruinarlo todo.
Debo decirte que tuve qué trabajar
horas extra contra mis prejuicios,
que son muchos y muy grandes,
y que mis cuarenta días en el desierto
los ganó el diablo,
pero él no había visto tus ojos.
Quién iba a sospechar que tu sonrisa
me anticipara el cielo
y que tus manitas jugaran a las marionetas
con el demonio que habita en mi costado.
Debo decirte también que llevo más de treinta años
lidiando con mis fantasmas,
y que tú los vuelves polvo
cada que me jalas el cabello.
En verdad quisiera saber cómo lo haces.
Un amigo me dijo que me iba a salir bien caro liarme contigo.
Caro, mi afán por las cervezas,
los discos
y el peligro.
Caros los amigos sin talento.
Caro escribir a corazón abierto.
Caro,
realmente caro,
tocar en una banda de rock.
Así que debo confesarte Lisa,
que aún nadabas en la Luna
y ya te amaba y sabía que era para siempre,
que desvelarme contigo es la única forma
en la que ahora concibo la noche.
(Salvo cuando escribo.)
Israel Miranda Salas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario