viernes, 30 de agosto de 2013

Y la tercera noche fue después de que rompiéramos, lo que hubiera merecido un millón de cerillas, pero solo recibió las que me quedaban. Esa noche tuve la sensación de que, encendiéndolas en el tejado, de algún modo, las cerillas lo quemarían todo, de que las chispas de las llamas incendiarían el mundo y a todas las personas con el corazón roto. Deseaba que todo se transformara en humo, que tú te volvieras humo, aunque esa película sería imposible de hacer, demasiados efectos, demasiado pretenciosa para lo diminuta y mal que me sentía. Hay que quitar ese fuego de la película, no importa cuántas veces lo vea en las pruebas de rodaje. Pero lo quiero de todos modos, Ed, quiero conseguir lo imposible, y por eso rompimos.

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