jueves, 3 de octubre de 2013

Me estoy devolviendo por el mismo camino al que llegué a ti porque te extraño y necesito ir recogiendo lo que he dejado en el camino tirado, esperando a que me siguieras (que no ibas a hacerlo). Voy oliendo tu perfume en los libros que compramos en el frío, voy subrayando con el dedo tus dedicatorias. Esto es el comienzo, preciosa. Ahora tú eres el mar. Sube la ele hasta arriba, baja la pe inclinada hacia la derecha. Me sé tus grafías, reconozco tus letras pequeñas, apiñadas bajo el apuro de no dañar el libro por escribir como un niño, aferrado a las costumbres del pasado porque no había tiempo de mejorar tonterías con tanto autor por leer. Eso también lo recojo. Me lo quedo porque tiene palabras, que es como tenerte a ti repartido en un millón de maneras, imaginadas por otros para recrearte si faltabas. Faltas. Todo de este lado se ve mejor que de donde vengo. Aquí todavía escucho risas cómplices y aventuras rápidas en lugares públicos solo para poder recordarlo; hay mejores días, más besos, más viajes, más noches frías, más despedidas lloronas. Entre más recorro el camino de vuelta, más tengo ganas de no irme otra vez hacia el otro lado. Te he vuelto a conocer, has vuelto a darme un beso nervioso, he vuelto a la ciudad como la recordaba, he soñado por las madrugadas con desayunos improvisados por el afán y el delirio. Aquí estás mirándome, viendo cómo me devuelvo por ya no estás donde yo estoy, y así para qué.
Letras en desorden

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