lunes, 29 de octubre de 2012

Vuelvo a ser yo, entre letras, sueños perdidos, noches que se extienden a medida que el aroma a café se va regando por la habitación, mientras mis labios se hacen una curva en mi rostro, una de esas que me dibujas a las 11:00 pm al teléfono, que te dibujan mis cinco minutos, cada cero a la derecha de mi beso.
Vuelvo a ser yo entre sabanas sobre mi cabeza a la media noche, con medias largas, sin luces, sin estrellas, sin ganas de clase en la mañana, con un buen libro sin leer por mis -ganas de olvidar quien soy- múltiples ocupaciones del día a día. Vuelvo a ser la chica que sonríe recordando, imaginando, leyendo el mismo mensaje una, tres y hasta cuatro veces. Vuelvo a pensar en que los mejores mundos, los mejores sueños, las mejores historias, las he de vivir en las noches, con la luna y la ventana abierta. Vuelvo a sentir las ganas de tomar el teléfono y marcarle sin importar la hora, sin importar que duerma. Vuelvo a desear la madrugada para gastarla en tinta, para señalarte el camino. Sí, el camino. Le dejo mis letras regadas, para que las arme, para que me arme. Le dejo lo que conoce y no conoce. Me dejo en este escrito, en estas frases. Me dejo para esa persona que me amó siendo poema en un principio. Me dejo para ella, me dejo para él. Me dejo para mi misma cuando sienta esas ganas absurdas pero apenas necesarias de venir a buscarme cuando me haya perdido -otra vez-.

Lf

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