Estoy enajenada. También un poco asustada de todo y de mí misma, de mi soledad, de mi desamparo. He descubierto mi imposibilidad de comunicación con la gente. Pero no. Exagero. Sucede que me es imposible acceder a la realidad doméstica. No sé hablar más que de la vida, de la poesía y de la muerte. Todo lo demás me inhibe, o, lo que es lo mismo, es objeto de mi humor.
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