lunes, 14 de enero de 2013

Ella no lo sabe, en casa guardo una maleta repleta de palabras que no le he dicho. Una en particular se me enreda (a menudo) en la punta de la lengua. Le arrojo un par de promesas, suele utilizarlas como separadores en libros que nunca lee. Jugamos con la comida, mastica ruidosamente mientras fracaso como malabarista de limones. 
Caen al piso y sonreímos.  
Israel Miranda Salas. 

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