viernes, 10 de mayo de 2013

Letras sin rumbo fijo.


Supongo que el hecho de mirarle a los ojos me deja algo contrariada. 
Como cuando algo dentro de ti te dice que debes comer, pero en realidad no tienes hambre, muy frecuentemente si es la hora del desayuno. 
Supongo que el hecho de no querer separarme de el me perturba por minutos, y entonces dedico toda una tarde a divagar por esos lugares de los cuales he querido siempre escapar, pero nunca he llegado a hacerlo en su totalidad. 
Me enerva saber que existe tantas palabras (que resultan ser malditamente poéticas) para describir esas pecas que me saludan al pasar. Y supongo que sonreír como loca no me hace quedar tan bien, pero parece que es inevitable. 
Esto me pasa cada 2 o 3 meses, no creerás que son todos los días, gracias a Dios. 
Es como uno de esos episodios que no quieres ver de tu serie favorita, pero aun así lo haces, pues resulta frustrante no saber todo sobre ella. No se si me entendéis, pues yo tampoco lo hago.
Así que me dedico (de vez en cuando) a seguir cuestionando mis motivos a ese fatídico evento, y a escribirlo en mi memoria. O quizás, a plasmarlo en un papel, y dejarlo divagar por el viento, perdiéndose en el bullicio de la tarde de un viernes, perdiéndose de mi mente por unos largos días, perdiéndose a tal punto que logro esquivar sus memorias.
Dibi

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